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2023: el año del cine japonés

«El rol del artista es nunca apartar la mirada»

Akira Kurosawa

2023 fue un gran año para el cine. Para Hollywood, fue un año de bonanza económica, pero aún más importante: fue un año donde recuperó cierto prestigio perdido. Oppenheimer, una película de 3 horas, con escenas en blanco y negro, y cargada de diálogos, fue un llenó las salas durante meses y arrasó con la temporada de premios. A Barbie le fue todavía mejor en recaudación: terminó como la más taquillera del año a nivel mundial. Las dos llevaron al público a las salas y (a juzgar por las reacciones y comentarios en Peliplat, IMDb y Letterboxd) dejaron satisfechos a la mayoría de los espectadores. Ninguna película va a generar consenso 100% positivo y está bien que así sea.

Al cine independiente también le fue bien. Remarco que es importante destacar la recaudación de las películas, más allá de lo que nos puedan (o no) gustar, porque el cine es una industria que necesita vender entradas para sobrevivir. Un dato no menor: es la primera vez en más de una década en que casi todas las nominadas al Oscar a mejor película tuvieron éxito en las salas. Una de las pocas que no consiguió recuperar costos de recaudación fue Killers Of The Flower Moon. La película dirigida por Scorsese es una de mis favoritas: que haya fracaso en taquilla no la hace mejor o peor, aunque para mí sea una pena que más gente no se haya animado a verla en salas.

Se agradece que, en este contexto de recuperación para el cine, películas independientes, arriesgadas y no tan accesibles para todo público, como All Of Us Strangers, The Zone Of Interest, American Fiction, y Past Lives hayan tenido una recaudación exitosa, porque puede ser una señal de esperanza para que ese tipo de cine empiece a recuperar terreno en las salas. Hasta Francia tuvo su propio éxito comercial y crítico con Anatomy Of A Fall.

Es innegable que por cuestiones históricas, por recursos económicos y (hay que reconocerlo) la cantidad de clásicos que se produjeron ahí, Estados Unidos todavía es la punta de lanza del modelo para la producción, distribución y exhibición del mercado cinematográfico. Pero sabemos, por supuesto, que el cine no empieza y termina dentro de sus fronteras.

Europa, América Latina y Asia nos han dado (y lo siguen haciendo) grandes clásicos, muchas veces con apenas una fracción de los recursos económicos de los que disponen los cineastas en Hollywood. Cuando se toma conciencia del trabajo que significa hacer una película (cualquier película) se valora todavía más la habilidad de los equipos que con «poco» hacen muchísimo. A eso lo reconocemos como talento, algo que no se puede comprar con millones y millones de dólares.

La historia del cine japonés es rica en películas magistrales que día a día son revalorizadas. La filmografía de Akira Kurosawa, por ejemplo. Maestro y referentes para mentes brillantes como las de Martin Scorsese, Steven Spielberg, George Lucas, Sergio Leone, o Francis Ford Coppola, Kurosawa dirigió clásicos como Seven Samurai, Yojimbo, Rashomon, High And Low (una película que ahora va a tener una remake a cargo de Spike Lee), Throne Of Blood, Ikiru, Kagemusha y Ran. Podría seguir mencionando todas las que dirigió, porque es uno de mis cineastas favoritos.

Pero hay cine más allá de Kurosawa. Harakiri y Samurai Rebellion son dos películas magníficas que bien podrían considerarse las obras maestras de Masaki Kobayashi (cineasta al que le rinde honor Wes Anderson en Isle Of Dogs). Kenji Mizoguchi es otro realizador con un catálogo de películas formidable. Ni hablar del cine de Yasujirô Ozu, que es un viaje de ida para todo cinéfilo que lo ve por primera vez.

Más pienso en el cine japonés, más películas me dan ganas de recomendar. Woman In The Dunes, otro ejemplo extraordinario del poder que tienen los clásicos del país del sol naciente para contar historias con imágenes que van a habitar la memoria de cualquiera que las vea.

Por suerte, no tenemos que mirar exclusivamente al siglo pasado para encontrar grandes películas de Japón. Drive My Car, Shoplifters, The Wind Rises, Still Walking y varias más son ejemplos que se ubican por encima del promedio de lo que uno está acostumbrado a ver.

Llevo una lista larga de títulos que recomiendo y ni siquiera empecé a mencionar la basta, compleja y maravillosa tradición que tuvieron los japoneses con el cine animado. Perfect Blue, Ghost In The Shell, Paprika y un montón que todavía no pude ver. Hasta una «serie» de animé convertida en película, como Demon Slayer Mugen Train, me resultó una experiencia buenísima en una sala de cine (y esto lo digo sin haber visto nada de la serie, solo la película) por la calidad con la que está animada.

Hubo 4 películas de Japón que se podrían considerar como parte de lo mejor de 2023, un año que (lo repito) fue muy bueno en líneas generales para el cine. De esas 4 películas me gustaría escribir en las próximas semanas acá en Peliplat. Probablemente lo haga, porque cada una amerita un texto propio.

Godzilla Minus One no tuvo ni un cuarto del presupuesto del que suelen ostentar las producciones de Hollywood. Se hizo con menos de US$15 millones y recaudó más de US$115 en todo el mundo. Lamentablemente la distribuidora japonesa no tenía la espalda económica para estrenarla en más países de los que pudo. En Argentina, por ejemplo, ni pasó por cines. Es una lástima, porque creo que podría haber recaudado muchísimo más.

La película no solo da cátedra sobre efectos visuales y sonoros que nada tienen que envidiarle a Hollywood: también funciona en donde la mayoría de las películas de monstruos no lo hacen. Es decir, tiene personajes que tienen un desarrollo dramático interesante. Uno no ve Godzilla Minus One desesperado porque los humanos dejen de hablar y aparezca el monstruo para darle un poco de vida al relato, como sucede en otras producciones con más dinero pero menos habilidad narrativa. Godzilla Minus One es una película clásica en su forma de narrar la aventura.

Es, además, un gran homenaje al cine de Steven Spielberg, que confesó haberla visto 3 veces en el cine. Recursos estéticos y narrativos de Jurassic Park o Jaws, por dar algunos ejemplos, están presentes en esta historia. Pero también hay tributo para la historia del monstruo con el aliento atómico: algunos momentos recuerdan a producciones como Shin Godzilla o la primera película de todas, la que se estrenó en 1954 y es un clásico. Un ejemplo de la confianza de los realizadores de Godzilla Minus One en el poder de las imágenes y sonidos es el uso del tema original de Godzilla, que podemos escuchar en los momentos justos.

Más allá de Godzilla, que no exagero si digo que me pareció la mejor o una de las mejores de las 30 y pico de películas que protagonizó el lagarto gigante, tuvimos Perfect Days. Sobre esa película ya escribí en Peliplat. Es una rara mezcla de la sensibilidad de un director (y casi todo equipo técnico) neerlandés y la filosofía oriental de un hombre que limpia baños públicos. La película fue una producción a pedido del gobierno nipón para dejar una impresión positiva sobre una serie de baños públicos modernos. Wim Wenders fue más allá y convirtió algo que, en manos de un director menor, hubiera terminado como un simple comercial o una torpe película de propaganda.

Perfect Days encontró su público. Con un presupuesto de US$14 millones, consiguió recaudar más de US$24 millones. Es toda una hazaña considerando que en la película no abundan los diálogos y se apuesta por la mirada de los espectadores que estén dispuestos a contemplar una historia que va más allá de las apariencias. Fue reconocida por la academia de cine japonés con el premio a mejor dirección. Perdió el premio de mejor película contra Godzilla Minus One.

Otra película de un cineasta formidable, Hirokazu Kore-eda, se estrenó en 2023. Se llama Monster y es una historia con múltiples puntos de vista. Un drama que desnuda ciertos problemas de la sociedad japones. Kore-eda es experto para exponer parte de los vicios que aquejan a su país y para dirigir a los actores más chicos, como lo hizo en Nobody y Shoplifters. En Monster el relato gana nuestra atención a medida que vamos juntando más información de lo que (suponemos) es un drama sobre bullying. Es más que eso: una de las referencias, que desconozco si es casual o no, podría ser Close, la película belga dirigida por Lukas Dhont, que ese estrenó en 2022.

Monster recaudó más de US$21 millones y ganó el premio al mejor guión en la edición 2022 del Festival de Cannes. Puede ser que, de las 4 que estoy mencionando, haya quedado más opacada por la repercusión que tuvieron las otras 3, pero también es una película muy destacable.

Por último, uno de los grandes maestros de la historia del cine se despachó con la que (todavía no sabemos) podría ser su última película. Cuando vi The Boy And The Heron me gustó, pero salí de la sala pensando que no era una de sus mejores obras. Hoy, con el paso del tiempo, después de haber leído, conversado, recordado todas las imágenes (y de haber escuchado muchísimas veces la banda sonora de Joe Hisaishi en Spotify).

Meses después de haberla visto en el cine, creo que es una película impresionante por su diseño complejo que invita al misterio. Miyazaki es un artista y como sucede con algunas de las obras de arte más grandes del cine, a veces no están hechas para que nos gusten de inmediato (o es nuestra propia incapacidad de ver esa grandeza). Sus imágenes y diálogos me siguen hasta el día de hoy: no me pasa con todas las películas, ni siquiera con algunas del año pasado que en su momento que me gustaron mucho más. Las películas no cambian, pero sí cambia nuestra mirada.

The Boy And The Heron se estrenó sin ningún tipo de publicidad en Japón. Apenas tuvo un poster, con la enigmática figura de la garza y el título (cuya traducción podría ser «¿Cómo vivís?»). Miyazaki admitió estar muy nervioso por esta decisión inusual que podría haber hundido su ¿despedida? del cine. Pero no sucedió: el público japonés llenó las salas. Bastó la promesa de proyectar una nueva película de Miyazaki para que algo más que sus fieles seguidores fueran al cine.

La hazaña no terminó ahí. Contra todo pronóstico, The Boy And The Heron, que es una película «difícil» que no le gusta a todo el mundo, encandiló a Hollywood. Ganó como película animada contra Spider-Man: Across The Spider-Verse. Esa es una película que me gustó mucho: pensaba que iba a ganar el Oscar. No necesariamente por una cuestión de calidad, sino porque el premio a veces lo gana la película que tiene el mejor lobby o la mejor inversión publicitaria. Across The Spider-Verse recaudó más de US$600 millones en todo el mundo y tenía el apoyo financiero y publicitario de Sony y Marvel. El enfrentamiento para los Oscar entre ambas películas era como David contra Goliath.

Aunque las dos me gustaron, son dos películas animadas con ideas muy distintas sobre el arte y el cine. The Boy And The Heron es una obra artesanal de esas que ya no abundan, sobre todo en la animación: un estilo artístico mal concebido en el imaginario colectivo como «algo para niños». The Boy And The Heron, que fue una de las películas animadas más caras de la historia de Japón (desconozco cuánto costó exactamente, pero esa afirmación salió de quienes trabajaron en la película) recaudó más de US$121 millones en todo el mundo. En países como China fue un éxito descomunal. Sospecho que, como sucede con las obras de los grandes autores, el encanto de la película trasciende el nombre propio de su realizador.

Celebro y festejo el éxito en salas de cine de 4 propuestas que honran una tradición tan rica y sublime como es la de Japón. Godzilla Minus One, Perfect Days, Monster y The Boy And The Heron son muy distintas y a la vez tienen puntos en común. Como espectadores las disfrutamos, las debatimos y las recomendamos: es nuestro pequeño aporte para acompañar este tipo de producciones y ayudar para que se sigan haciendo. Las 4 me dejan una sensación más que positiva: todavía hay esperanzas para el cine.

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