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“La máquina del tiempo” (1960) y la capacidad de elegir nuestro propio destino

Spoilers

La primera novela que abordó el tema de viajes en el tiempo forma seria, que mezcla crítica social, aventura y suspenso y utiliza un artefacto tecnológico fue “La máquina del tiempo” (1895), de H.G. Wells, cuya influencia ha perdurado hasta hoy.

Si la novela de Wells habla de la primera máquina del tiempo, en el cine el primer artefacto de este tipo aparece, en una adaptación de su novela: “El tiempo en sus manos” (nombre de la castellanización de la película).

La película comienza en el Londres, en el año nuevo de 1899. El inventor George Wells (Rod Taylor) se reúne con un grupo de amigos y conocidos para mostrarles el funcionamiento de su última creación: una maquina en miniatura a la que hace desaparecer explicando que se ha trasladado en el tiempo.

Esto es recibido con escepticismo por sus amigos que creen que se trata de un truco de magia.

Decepcionado, esa misma noche George emprende su propio viaje temporal en un prototipo a tamaño natural de la “máquina del tiempo”. En su viaje temporal realiza tres paradas en la primera de ellas, se detiene en 1917, desciende de la maquina y se encuentra con el hijo de su amigo, que le cuenta que éste murió en la guerra.

Desengañado al ver la muerte de su amigo y la guerra, vuelve a subirse a la máquina del tiempo y viaja a 1940, donde ve el bombardeo de Londres, huye nuevamente y va a 1966.

Allí se vuelve a encontrar con el hijo de su amigo en un panorama desolador, hay una guerra nuclear y cuando se quiere dar cuenta la ciudad es bombardeada por bombas atómicas, escapa y vuelve a la máquina del tiempo para viajar accidentalmente hasta la fecha de 802.701.

Estas tres escenas le dan un toque anti belicista a la historia que no esta presente en la novela. Estas guerras, junto al temor a las bombas nucleares que había en los años en los que se produjo la película, son las que sirven de inspiración para el escenario que se encuentra en 1966.

En 802.701, Inglaterra esta convertida en un paraíso en el que encuentra viviendo los pacíficos y bellos Eloi. George salva a una de ellos, Weena (Yvette Mimieux), de morir ahogada ante la mirada indiferente de sus compañeros. A pesar de vivir en una especie de paraíso, los Eloi parecen carecer de sentimientos o curiosidad.

El viajero temporal averigua que en el subsuelo de ese edén habita otra especie: los Morlocks, caníbales de aspecto monstruoso que mantienen a los Eloi bien alimentados para luego comerlos.

Encendido por su amor por Weena, George abandona el papel de mero espectador que había tenido hasta entonces, para convertirse en “líder”, enfrentando a los violentos Morlocks, actitud que inspira a los Eloi para que reaccionen y recobren parte de su perdida humanidad.

En el libro “La máquina del tiempo”, Wells hace una sátira sobre la lucha de clases en la Inglaterra victoriana. Los Eloi representan a la clase alta inglesa, adormecida por las comodidades e indiferentes al sufrimiento ajeno; pero también dependientes de quienes les proporcionan el confort, la clase obrera que en el relato se encarna en los Morlocks.

En el libro, Eloi y Morlocks son co-dependientes y explotadores los unos de los otros. Los Morlocks mantienen en funcionamiento las máquinas que fabrican para los Eloi comida y vestido, mientras que éstos, seres de aspecto y comportamiento infantiles, a cambio se dejan devorar. Es una crítica al mito del progreso tecnológico y una reflexión sobre la interdependencia de obreros y patrones.

En la película, se pierde la naturaleza de la relación entre ambas razas tal y como se exponía en la novela. Aquí, los Eloi son una raza inocente cuyo dormido potencial sólo necesita de un mesías que los libere de la opresión. Por su parte, los Morlocks de la película son tan solo los descendientes mutados y simiescos de aquellos que sobrevivieron a la guerra atómica y que optaron por permanecer en el subsuelo.

Los temores atómicos que dominaron los cincuenta influyeron en la película. En las tres paradas que George va haciendo en el siglo XX durante su viaje hacia el futuro lejano, ve un mundo en constante guerra, que culmina con la aniquilación de Londres por un bombardeo atómico que desata desastres naturales a gran escala.

Las escenas más dramáticas de la película son aquellas dominadas por el sonido de las sirenas antiaéreas, las multitudes corriendo hacia los refugios y la destrucción masiva, estas sirenas también tienen una correlación con el trabajo en las fábricas, que en el libro de Wells son los descendientes de los Morlocks y que usan para llamar a los Eloi para que entren a la caverna para ser comidos, en una especie de trance.

La película de Pal tiene una reflexión anti belicista por un lado. Pero también, transforma la metáfora de Wells sobre la lucha de clases en un discurso de la Guerra Fría que defendía la necesidad del imperialismo americano. George lidera a los Eloi contra los Morlocks para liberarlos de la opresión y regresa al Londres de su época sólo para recoger algunos libros que le ayuden a reconstruir la civilización en el futuro. La actitud, valores y espíritu de un buen e idealizado héroe americano: luchador por la libertad, defensor de los débiles y pionero de la tecnología y el progreso.

Desde un punto de vista más subjetivo también se podría decir que este viajero del tiempo, nos interpela en la capacidad de cada uno de elegir su propio destino, aun a costa de correr riesgos, usar el poder de la voluntad o "máquina del tiempo" para decidir el destino personal.

Con respecto a los efectos especiales, hay algo que sobresale en el visionado de esta película es el efecto de viaje en el tiempo desde la perspectiva de George.

Cuando acelera su máquina, todo a su alrededor comienza a moverse más deprisa y el paso del tiempo se refleja mediante velas que se funden y plantas que crecen y florecen en segundos, la rápida alternancia de día y noche, sombras que corren por el techo, un caracol que se mueve a gran velocidad y el cambio de modas en el maniquí del escaparate frente a la casa de George. Es una secuencia en la que la combinación de trucos fotográficos y animación stop-motion, consigue generar en el espectador un sentido de lo maravilloso de una forma casi mágica.

Algo tan abstracto como el transcurso del tiempo se puede ver a través de los objetos cotidianos y de los cambios que se producen en la naturaleza y que nosotros, prisioneros del tiempo, a simple vista no percibimos. El Tiempo por tanto no es solo medido por lo que indica el indicador de años, sino por actos que el viajero del tiempo ira viendo como el florecer de una rosa o la construcción de un edificio.

Sobre el artefacto “la máquina del tiempo” en si misma, es un icono que quedara a lo largo del tiempo. Construida por Bill Ferrar a partir de una silla de barbero victoriana colocada sobre un trineo, con sus barras brillantes, palancas, controles coloridos, una rueda giratoria en la parte de atrás y una palanca que si la movemos hacia delante va al Futuro y si la movemos hacia atrás va al Pasado, mostrando el tiempo transcurrido en un contador.

Una las películas más memorables de los inicios del cine de ciencia ficción, que populariza la temática sobre viajes en el tiempo.

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