El consumo del cine ha cambiado. Ya no vamos tanto al cine, por tanto las salas también son más chicas. Ya no es tan social, muchas veces terminamos viendo películas solos en una pequeña pantalla. Ya no es la función ininterrumpida en una sala a oscuras: mensajes, notificaciones, luces, distracciones, alteran el visionado. La percepción de una película se ve afectada por todo lo anterior.
El lugar del cine es una sala a oscuras en la que una película se proyecta en pantalla grande. Pero esta práctica inicial en salas numerosas, única forma en la que se podía asistir a una obra del séptimo arte, ya no es tan única. Hay multiplicidad de formas de ver una película y multiplicidad de planes que hacen que ir al cine ya no sea una única o primera opción.
Han habido cambios. ¿Qué es el cine hoy?
Es cierto que cuando hablamos de cine podemos estar hablando de muchas cosas. Con este vocablo hablamos de un formato de una obra audiovisual, hablamos de la calidad de dicha obra, hablamos de una práctica social; hablamos, también, de un lugar. A lo largo de sus 91 minutos de duración, Retratos fantasmas a través de las imágenes y voz de su director, reflexiona sobre estos cambios y cómo han cambiado su ciudad la natal (o quizá viceversa).
Retratos fantasmas es un documental personal producido en Brasil del 2023. Estrenó en el Festival de Cannes 2023 como proyección especial; y fue la elegida por su país para representarlo en los Premios Oscars 2024.
Kleber Mendonça Filho, su director, no solamente pone su mirada y co-escribe el guion, también incluye filmaciones de su casa, sus primeros rodajes y su voz -en off- para narrar. Es su homenaje al cine, un homenaje de alguien que reconoce el valor cultural y social de disfrutar el séptimo arte en su propio templo. Para Kleber Mendonça Filho el cine es parte de su vida en cada una de las acepciones mencionadas.
Con este documental cumplió con un pendiente: explorar el lugar que lo inspiró desde el comienzo, su ciudad natal. Es una película que él refiere como personal e íntima. Fue encontrando su forma de a poco, porque bien sabe que cada película puede surgir de una forma inesperada. A medida que iba desarrollando este documental - que comenzó a filmar en 2017 -, iba escribiendo un largometraje de ficción que se nutrió de los caminos y búsquedas que recorrió para esta película, y también sucedió a la inversa: el estar escribiendo esa película, nutrió este documental. La considera un álbum de fotos de su propia vida y también de la ciudad.
A nivel narrativo, el documental está desarrollado en tres bloques: uno del ámbito personal (dónde creció, dónde filmaba sus primeras películas); uno del ámbito social y su cultura cinéfila (los cines a los que iba a ver las películas de las que aún hoy recuerda la experiencia) y el ámbito público (lo que ha pasado con esos cines numerosos que hoy se han transformado en otros tipos de templos: religiosos tradicionales, religiosos no tradicionales, supermercados o grandes farmacias).
Primero, nos ubicamos en Recife, Brasil, la ciudad en la que Kleber Mendonça Filho nació y creció. Y nos centramos en su casa. La casa en la que filmaba sus primeras películas: unos cortometrajes experimentales en VHS. BetaCam o MiniDVi. Vemos escenas, efectos, un equipo técnico trabajando. Vemos cine. Esto lo construye a partir de imágenes grabadas que tiene guardadas en su oficina actual. Cuenta que quería hacer algo con esas cintas y grabaciones de audios de esos primeros tiempos, de tiempos universitarios.
El cinéfilo y director de cine, o cualquiera que participe del quehacer cinematográfico va a sentirse identificado con lo que se muestra: el querer hacer cine. Es fácil reconocer su placer y diversión en cada uno de esos fragmentos de material.
Seguimos conociendo su mundo cinematográfico cuando pasamos al segundo bloque en el que reconocemos grandes edificios de buena arquitectura que hospedaban miles de espectadores de cine que iban a las salas a disfrutar de dos o tres funciones seguidas. Tiempos que reconocemos también porque sucedieron en algún pasado de nuestras propias ciudades. La identificación y la nostalgia es inmediata. Aparece cierta melancolía por ese pasado fue mejor inevitable al ver que esos edificios dedicados al cine se han perdido o están abandonados; y por el pensar que esa práctica de muchos, todos aquellos que visitaban la sala de cine, es de algunos, pasó a ser particular o individual (hogar).
Aparecen fotos de marquesinas con títulos de grandes películas (como Tiburón), de cómo se veían esas salas al finalizar la función, de cómo era esa ciudad en ese momento. Incluso fotos en blanco y negro de actores reconocidos internacionalmente visitando la ciudad como si eso hoy ya no pudiera tomar lugar.
Los materiales para este bloque provienen de archivos familiares. Algunos archivos habían tenido problemas de gestión y tuvo que recurrir a este tipo de material que fue sumamente rico para la construcción del film.
Entre esos tristes cambios, pasamos al tercer bloque. Un tiempo presente en el que las salas se han convertido en templos religiosos tradicionales o no tradicionales, se han abandonado o se han convertido en grandes tiendas. Y allí se suscita, una vez más, la reflexión sobre el cine y el lugar del cine. Porque también se habla del cine como un templo, otro tipo de templo. Un lugar de encuentro con otros y consigo mismo.
A lo largo de la película, hay un hilo conductor, la propia voz en off del director. Ese recurso fue una decisión que surgió cuando iban convirtiendo las cintas personales a formato digital. El director anotaba lo que iba sintiendo y lo que esas imágenes le iban removiendo. Así fue grabando cada día de la etapa de edición y lo iban incorporando al día siguiente. Grababa en el silencio de la noche y de a poco se fue acostumbrando al sonido de su propia voz.
Algo queda claro: su amor por el cine, algo que logra transmitir con sensibilidad. Lo que siente por el cine, por hacer cine y lo que el cine provoca en él: ya sea como espectador, creador o participante de este rito y los lugares a los que asiste para cumplirlo.
Kleber Mendonça Filho es un director que tiene una trayectoria ya reconocida en su país y también a nivel internacional. Sus películas anteriores han participado y obtenido premios en festivales Clase A. Bacurau (2019), su película anterior obtuvo Premio del Jurado con su estreno en Cannes de ese año. Además de ser director, ha estado vinculado a festivales de cine.
Y el año pasado estrenó este documental que habla del cine, inevitablemente mostrando cómo nuestras sociedades han ido cambiando estos últimos tiempos, en lo social, lo político y lo cultural.
Así como recita su sinopsis, Retratos fantasmas es un viaje multidimensional a través del tiempo, el sonido, la arquitectura y el cine, ambientado en el paisaje urbano de Recife, capital costera brasileña de Pernambuco: un territorio histórico y humano, examinado a través de las grandes salas de cine que sirvieron como espacios de convivencia durante el siglo XX. Habiendo albergado sueños y progreso, estos lugares también han encarnado una gran transformación en las prácticas sociales.
Es una película construida desde su lado más cinéfilo, aquel que quiere el cine por el cine mismo y entiende el valor que aporta cultural y socialmente. Y también desde la melancolía de cómo su lugar ha cambiado. Hoy quizá lo que queda son fantasmas, lo que queda de esos lugares que ya no existen: las experiencias en cada espectador.
Una de las últimas frases de la película resume la mirada de Kleber Mendonça Filho: el cine es lo más. Por eso, y en honor a la película, habría que verla en pantalla grande, en una sala de cine - un templo - para disfrutarla como se merece.
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