Sin repetir y sin soplar… Cinco peliculones que perdieron su nominacion a Mejor película en los Oscars… O que ni siquiera estuvieron nominadas (!!)
El Ciudadano (Max) - Perdedora a Mejor Película
Más de ochenta años han pasado desde su estreno, y el film de Orson Welles sigue siendo el padre de todo el cine moderno que vemos actualmente. El Ciudadano introdujo la composición de planos en gran angular como recurso narrativo, por la cual vemos en pantalla eventos importantes tanto en el fondo como en las cercanías de la escena -algo que recientemente ha utilizado maravillosamente The Zone Of Interest-. Le dio a la música un rol dramático. Utilizó los múltiples narradores –y, en consecuencia, los múltiples puntos de vista y subjetividad- para contar la historia. Y si bien no fue la primera película de la historia del cine en utilizar los flashbacks, sí fue la primera que los propuso como principal herramienta para contar la historia. En definitiva, El Ciudadano es la reconstrucción de la vida de un hombre fallecido a partir de descubrir el misterio detrás de sus últimas palabras… Rosebud.
Pero más allá de sus innovaciones para el cine, lo que la mantiene vigente es lo seductor de su relato. Cómo desarrolla la ambigüedad sobre la vida de ese magnate de los medios que es Charles Foster Kane. Cómo lo vuelve frágil o aterrador según quien cuente la historia. Cómo juega con la verdad y la mentira de los relatos que de él escuchamos… Sí, vale la pena recordar que años antes de El Ciudadano, Welles había dirigido un relato radial de #LaGuerraDeLosMundos que había desatado la paranoia en Nueva Jersey ya que los oyentes lo habían escuchado, creído y entendido que, efectivamente, había una invasión extraterrestre en la Tierra.
Boogie Nights (Max) - Sin nominación a mejor película
De todas las versiones de Paul Thomas Anderson, mi favorita es la del Paul Thomas Anderson del estilo desaforado. El que creaba historias corales, de personajes neuróticos conectados por un mismo universo conceptual. Si en Magnolia lo que unía a sus criaturas era la temática de padres e hijos, en Boogie Nights el factor en común es la industria del cine porno. Y si en Magnolia el desborde narrativo estaba orientado hacia el drama más deprimente, en Boogie Nights se inclinaba por la comedia. Lo hace con un elencazo, para el que Boogie Nights fue la consagración o el salto definitivo hacia una carrera prodigiosa.
P.T. Anderson instala el humor insólito y naturalizado a la vez. Nos propone personajes definidos como gag desde su concepción, como la Rollergirl de Heather Graham -una actriz porno que vive haciendo todo en rollers- o el Little Bill de William Macy. Y situaciones que se vuelven gag a través de la puesta en escena, como la charla laboral que Little Bill mantiene mientras, a sus espaldas, su esposa está teniendo relaciones sexuales con otro hombre; o la compra de drogas en la casa de Alfred Molina, en la que un asistente suyo se pasa toda la secuencia tirando pirotecnia.
Boogie Nights muestra el universo del porno sin volverlo pornográfico y sin tampoco caer en lo burdo. Logra volverlo la plataforma para sumergirnos en el mundo del cine, plantear debates sobre la calidad artística del porno, y mostrarnos la transición entre los setenta y los ochenta, con el cambio del cine en salas al cine hogareño y digital, y el advenimiento de los formatos televisivos. Y con el cambio de décadas que marcadamente nos presenta la película, asistimos también a un cambio de tono de la historia, dejando la comedia desbordada y pasando al drama angustiante que presagiaría el tono de Magnolia.
Magnolia (Max) - Sin nominación a mejor película
El film de Paul Thomas Anderson llegaría dos años después de Boogie Nights, completando una década de los noventa totalmente prodigiosa en su filmografía. Como aquella, Magnolia exponía la ferocidad y creatividad de un director con mano prodigiosa para construir situaciones desaforadas y personajes hipnóticos, a veces miserables y a veces empáticos, y constantemente al borde del colapso emocional. Acá introducía lo extraordinario desde su primera secuencia, naturalizándolo al hablarnos de un mundo donde “cosas extrañas pasan todo el tiempo”.
Magnolia desafiaba las formas. P.T. Anderson lo diseñaba como un film que parecía un musical, aunque sus personajes no estuvieran cantando (o, al menos, aunque no estuvieran cantando en la mayor parte de la película). Estructuraba sus secuencias de manera extensa en el tiempo, unificando espacios y personajes a través de los movimientos de la cámara, del montaje, de voces en off o de un soundtrack que unificaba todo volviéndolo una enorme coreografía. Así teníamos secuencias como la presentación de personajes, que duraba alrededor de 13 minutos. O un segundo acto donde la música instrumental llega a extenderse alrededor de media hora, acompañando una tensión creciente y más propia de un climax que de una segunda hora. Y claro, tenemos también secuencias donde las canciones de Supertramp y Aimee Mann irrumpían para cobrar un protagonismo marcado.
Magnolia no es, en definitiva, otra cosa que un film sobre padres e hijos, sobre niños corrompidos por los adultos. Pero es su registro lo que la vuelve singular. Es su propuesta estética y conceptual. Es el camino de sorpresas que Anderson nos propone el que nos hipnotiza. La aparición natural y orgánica de lo musical. La aparición natural y orgánica de lo sobrenatural y apocalíptico. El regalarnos a un Tom Cruise tan inesperado como genial. El darnos a una Juliane Moore dando una de mis actuaciones favoritas del cine. El descubrir cómo el versículo Éxodo 8:2 -"Y si no quieres dejarlo ir, yo infestaré de ranas todos tus territorios"- atraviesa la película y la pantalla desde el inicio, siendo una profecía…
Apocalypse Now (Internet) - Perdedora a Mejor Película
Es hipnótica. Y sencillamente, y sin ser tímido en los elogios, una de las mejores películas de la historia del cine. No es fácil hablar de la descomunal Apocalypse Now en pocas palabras. Todo invita a ser titánico, caótico y desmesurado como la propia película. Masterclass definitiva de Francis Ford Coppola, es un film que desde el minuto cero atrapa por lo visual, con una secuencia de apertura moderna musicalizada con la canción The End, de The Doors. En ella convergen los dos tonos y ritmos que tendrá la película: el del delirio frenético de la guerra y la visual abrumadora, y el de una poética mucho más silente, introspectiva y minimalista. Coppola tiene la habilidad, el pulso y la sensibilidad para entrar y salir de esos tonos una y otra vez durante todo el film, según la necesidad narrativa y emocional.
Apocalypse Now es un film de personajes y de locura colectiva, es arte cinematográfico en cada uno de sus planos. Y esa complejidad maravillosamente ejecutada la vuelve una obra maestra de las que ya no abundan en el cine actual.
2001: Odisea del Espacio (Apple TV) - Sin nominación a mejor película
Como con El Ciudadano, he aquí un nuevo caso en el que la historia del cine acomoda las injusticias de los Oscars. Seguramente cualquier lector de esta página sabe que existe una película llamada 2001: odisea del espacio, o ha visto homenajes o parodias al respecto. Y seguramente muchos menos lectores sepan que existió también una película llamada Oliver … que fue la que ganó el Oscar a mejor película en ese año, mientras que la de Stanley Kubrick ni siquiera estuvo nominada.
Película definitiva de la carrera de Kubrick y del cine de ciencia ficción, este clásico de todos los tiempos sigue siendo tan hipnótico narrativa y visualmente hoy en día como lo fue en su momento. Para contar el misterio que gira alrededor de un misterioso monolito que aparece en distintos lugares y en distintos tiempos, Kubrick despliega una fotografía de avanzada para el séptimo arte de esa década. A su tradición de poner la cámara en lugares imposibles y sorprendentes y de construir puestas en escena en lentes gran angular, le adiciona esta vez la novedad de sus efectos especiales.
Y lejos de presentárnoslos como simple artificio o recurso caprichoso, construye alrededor de ellos una fabulosa ópera cósmica que va desde la lírica animal en clave slow motion, a una danza de naves espaciales (en escenas bellísimas al compás de música clásica), para terminar en un epílogo que tiene tanto de ciencia ficción como de relato onírico. De lo animal a lo humano a la inteligencia artificial, Kubrick nos atrapa desde la hermosura de su primer fotograma para no soltarnos más.
Y si en la imagen es imponente, también lo es en su diseño sonoro; donde alterna la música que usa para embellecer los bailes espaciales y la utilización de un silencio y un sonido asfixiante cuando necesita potenciar el suspenso. Cada respiración de cada personaje en el espacio y cada frase que pronuncia el operador HAL 9000 produce más terror que muchos de los jumpscares del cine de horror de hoy día.
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