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El cine de Honduras

Náufragos y navegantes – Nota 5


Continuamos con el viaje por Latinoamérica, toca ahora hablar de Honduras. Venimos de El Salvador, y vamos hacia Nicaragua.

No está claro el origen del nombre Honduras, hay una especie de mito relacionado a Colón y un supuesto comentario suyo luego de pasar por allí. Aparentemente dijo “gracias a Dios salimos de estas honduras”. No hay constancia de que haya sido así pero sí es cierto que en 1502 el navegante anduvo por esas tierras y su viaje fue bastante complicado.

Se especula con que proviene del término Hondure, atribuido a pueblos originarios, y que fue Fray Bartolomé de las Casas quien lo dio a conocer. Lo cierto que no se llamaban así esas tierras en aquellos tiempos sino que eran conocidas como Higueras o Nueva Extremadura. Poco después, en 1526 ya se menciona el nombre Honduras tras una expedición de Hernán Cortés.

Antes de enfocarnos en el cine debo mencionar una particularidad en las banderas de estos países que estamos visitando. Tanto la que nos ocupa hoy como las de Guatemala, El Salvador y Nicaragua están basadas en el siguiente diseño:

No es casualidad que todas estas banderas se parezcan tanto a la argentina, pero no me refiero al país (que por ese entonces se llamaba Provincias Unidas del Río de la Plata, sino al barco de un corsario francés que hizo estragos con los buques españoles en las costas del Pacífico y que ondeaba la bandera creada por Belgrano. Se llamaba Hipólito Bouchard, su historia es extraodinaria, y es increíble que aún no haya una película sobre su vida.

Y para hablar de historia más reciente, y del vínculo tenso entre Honduras y El salvador, arrancamos con un episodio que involucra a ambos países, y que visto muy por encima hasta puede tener ribetes de realismo mágico, pero su origen es mucho más sencillo, una profunda desigualdad. Fue conocido como La guerra del fútbol. Esto tiene que ver con que lo que se podría considerar como la gota que rebalsó el vaso fue, realmente un partido de futbol, particularmente importante. Hay que decir que la etiqueta fue muy efectiva, pero esto ya tiene que ver más con marketing comunicacional, y es mérito de su autor, el periodista polaco Ryszard Kapuscinsky, que con talento quizás más narrativo que periodístico sobredimensionó la importancia de estos partidos en el conflicto.

Entre Junio y Julio de 1969 se jugaron tres partidos dramáticos por la clasificación al Mundial de México de 1970. Uno en cada país con victoria del equipo local y un épico desempate en México que terminó 3 a 2 a favor de El Salvador y que significó para ese país su primera clasificación a un Mundial de Futbol. Inmediatamente después de esa guerra deportiva se iniciaron las hostilidades, por poco tiempo, y por eso mismo también se conoce a este episodio como La guerra de las 100 horas.

Dije en la nota anterior que El Salvador es el país más pequeño de Latinoamérica, y también debido a esto el más densamente poblado, y para el año 69 con casi nulas posibilidades de acceder a una tierra por parte de los campesinos, ya que la mayor parte de ellas estaba en manos de las catrorce familias más ricas del país. Por otra parte, Honduras tiene una superficie cinco veces mayor que El Salvador, y para esos años una población equivalente a apenas dos tercios de la de su país vecino. Esto obviamente generaba un fuerte movimiento migratorio de salvadoreños trabajando en Honduras, y las tensiones habituales en este tipo de casos de encontrar culpables externos a problemas internos. Los “Guanacos” a los que se refería Roque Dalton en sus poemas era el término peyorativo con que se aludía a los salvadoreños que trabajaban en Honduras, aunque, como suele ocurrir, terminaron apropiándose de esa palabra como marca de identidad.

No he encontrado películas al respecto, sí el trailer de una que parece un proyecto no concretado o no difundido, pero invito a comentar a quien tenga más información al respecto. Sí hay muchos informes periodísticos fáciles de encontrar para quien esté interesado.

Debo decir que en general no encontré tanto cine, a nivel cuantitativo. Como sucede con El Salvador, las películas con mayores ambiciones en general son coproducciones o directamente producciones extranjeras con una temática local. Hollywood nos regaló una versión de Honduras de cartón pintado en la película Cita en Honduras (1953), de un gran director, Jacques Tourneur, en su peor trabajo. Aquí Glenn Ford es un héroe norteamericano dispuesto a todo para asistir a un presidente hondureño derrocado. Sobran los comentarios.

La primera película hondureña es un corto del año 1962, Mi amigo Ángel, una historia, dura, bien contada por su director, Sami Kafati, sobre las complejidades de una vida en los márgenes de Tegucigalpa. Ese mérito de ser el primer cineasta hondureño no le alcanzó a Kafati para completar su primer largometraje, No hay tierra sin dueño, filmado en los años '80 y completado por su hijo Ramsés junto a Carmen Brito, tras su muerte en 1996. La película se estrenó en el 2003 en el festival de Cannes y muestra la inquietud del director por denunciar los abusos de poder. Existe un documental de Katia Lara sobre Kafati llamado Corazón abierto (2005).

Vamos ahora con dos héroes muy distintos, uno del pasado y una del presente. Quiero completar el contexto histórico de la primera parte, en dónde hablé de Bouchard, porque si bien tuvo una incidencia tan importante en la independencia de los países centroamericanos, no fue desde ya el actor fundamental, me interesaba más que nada por lo curioso de la anécdota y por el tema las banderas. Si hubiera que buscar una figura histórica central habría que hablar de Francisco Morazán, considerado como el Bolívar centroamericano. Morazán (2017), de Hispano Durón, se ocupa del tema, aunque en el marco de un una producción modesta y simplificadora, pero útil para ilustrar una parte de la historia latinoamericana bastante desconocida fuera de Centroamérica.

Berta vive, por otra parte, es un mediometraje de la ya mencionada Katia Lara basado en la vida, la lucha y los logros de Berta Cáceres, una importante dirigente ambientalista asesinada en el 2016. La misma directora ya completó un largometraje sobre el mismo tema, aún no disponible.

Sin nombre

Termino este repaso del cine hondureño con una dura película de producción mexicana que toda dos temas centrales para el cine de la región, el accionar de las maras y la inmigración ilegal. Mencionamos el tema cuando hablamos de El Salvador, aunque es un fenómeno que también está presente en Guatemala (una película que lo refleja es Cadejo blanco (2021) de Justin Lerner y también en Honduras. La película que lo aborda en este caso es Sin nombre (2009), dirigida por Cary Fukunaga, en donde esos dos temas están crudamente reflejados en dos historias paralelas que se cruzan. Un retrato de cómo funcionan estas organizaciones criminales, vistas desde adentro como probablemente ninguna otra película que yo conozca, con sus crueles rituales pero también mostrándolas como espacio de contención de quienes no tienen otra opción. Después de Sin Nombre Fukunaga ganaría mucho reconocimiento y consolidaría una buena carrera internacional, con trabajos reconocibles como la serie True Detective.

Nuestro viaje continuará pronto. Nicaragua es el próximo destino.

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