Con una sola nominación a mejor guión original en los premios Óscar (que ya sabíamos de antemano que no iba a ganar) la última película de Todd Haynes, inspirada libremente en el caso real de Mary Kay Letourneau, fue una de las más ninguneadas por la Academia. La pregunta es: ¿Se debe esto a una cuestión de cupo o a la temática controversial de la película?
Repasemos un poco la trama. Gracie (Julianne Moore) fue la protagonista de un escándalo que acaparó todas las miradas de los medios de comunicación, cuando a sus 35 años sostuvo un romance con Joe, un niño de 13. Veinte años después de haber ido a la cárcel por esto, Gracie y Joe (Charles Melton) están casados y tienen tres hijos. A este escenario se suma Elizabeth (Natalie Portman), una actriz que se acerca a Gracie para investigarla y componer al personaje en una película basada en su historia.
Ante la aparición de Elizabeth comienzan a desnudarse las disfuncionalidades de este vínculo, por demás desigual y perturbador, con una clara diferencia de poderes aún hoy por hoy que ambos integrantes de la pareja son adultos. Pero también se introduce una lectura crítica que cae sobre los actores de método; qué tan lejos puede llegar este compromiso por interpretar con sumo detalle un papel, en dónde está el límite que separa la investigación de la obsesión.
A esto último se suma un nuevo interrogante a tener en cuenta. ¿Es Elizabeth la única persona empeñada en interpretar un papel? A medida que avanza la película comprendemos que Gracie esconde en sí misma distintas capas de representación. La actuación de Julianne Moore es sumamente destacable y personalmente considero que era merecedora de una nominación, al componer este personaje de múltiples facetas que nos sumergen en la más profunda incomodidad. También lo es la interpretación de Charles Melton, quien nos sorprende con una escena desgarradora que merece todas las miradas.
Todos los personajes involucrados en la historia aparentan normalidad ante una situación de lo más turbia. Esta artificialidad no solo está en evidencia constantemente gracias a los diálogos y las situaciones planteadas, sino que la película muy inteligentemente está articulada con un tono de melodrama clásico. Tanto el código de actuación como la puesta en escena o la música que acompaña la acción, enfatizan y exageran la emocionalidad de los personajes, al punto de meternos en un verdadero laberinto de apariencias.
May December es una película compleja construida sobre la base sólida de un muy buen guión, excelentes actuaciones y un planteo formal de lo más interesante. De ella se desprenden varias aristas que se prestan para el análisis, pero eso sí, no nos da nada servido en bandeja. Creo que eso es lo que más incomoda a Hollywood a la hora de nominar, mucho más que la temática en sí misma. La falta de una bajada de línea explícita en un tema tan fuerte y controversial confunde a la corrección política de la Academia. Por suerte los Óscar no son todo y las piezas del rompecabezas están ahí, listas para que hagamos distintas lecturas. Eso es lo más lindo del cine.
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