En el especial de San Valentín encontré la excusa perfecta para hablar de este film injustamente olvidado. Que no es una joya, está clarísimo. Pero que es mucho más atractivo que tanto film romántico que vemos en la televisión semana a semana.
Corazones apasionados se estrenó en enero de 1999, y su póster fue de los primeros que recuerdo haber visto y recortado del diario. Y al ver la película, fue amor instantáneo. No era la clásica comedia romántica de siempre. Había más. Ya lo decía la frase de su poster: “Si el amor es un misterio, solo hay un camino para descubrirlo…”
Propuesta coral, el film de Willard Carroll nos traía un casting alucinante con Sean Connery a la cabeza, y con Angelina Jolie, Gena Rowlands, Ryan Phillippe, Gillian Anderson, Ellen Burstyn, Dennis Quaid. A través de ellos se iban contando distintas historias que iban dándonos una mirada del amor y todas sus formas: el amor a los veinte, a los treinta, el amor adulto, el marital, los principios del romance, la rutina, el deseo, el deber.
Dentro de las cuales, se destaca puntualmente la de una Angelina Jolie avasallante e hipnótica, en el que es mi papel favorito de su carrera. Con una premisa simple –su personaje trata de conquistar a Ryan Phillippe- Jolie hace gala de un carisma y una gracia total, de la que es cómplice un guion que le permite su lucimiento con monólogos geniales y un gran arco narrativo.
Diálogos exquisitos, grandes actuaciones e historias simples y bien contadas: esos son los ingredientes con los que este drama romántico entretiene y conquista desde un principio. Y aunque con eso ya basta para que el espectador se retire de la cinta satisfecho, el film corona la propuesta con una agradable vuelta de tuerca estructural cuando lo que en un principio se nos presentó desordenado empieza lentamente a interconectarse. Comenzamos así a descubrir quien-es-quien realmente en este relato, y como cada pieza del rompecabezas encaja con otras. Es entonces cuando el original y naif misterio que la película anunciaba desde su poster se empieza a revelar nos conduce a un final tan elegante como sencillo… frutilla del postre de una pequeña joya olvidada.
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