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La La Land: The fools who love

¿Acaso hace falta una excusa para hablar de #LaLaLand, el musical inolvidable que nos hizo soldados de Damien Chazelle? Desde sus méritos artísticos a las situaciones extraordinarias que la rodearon (es la única película del mundo a la que le dieron el Oscar y se lo sacaron segundos después), alrededor de esta película hubo magia inmediata. Como si hubiera estado llamada, desde el principio, a entrar en la historia del cine y volverse un clásico instantáneo.

Bastaba ver el ritmo, el vértigo y la potencia de su secuencia inicial para advertir que estábamos ante algo verdaderamente grande. Con una cámara que hacía lo imposible, una coreografía majestuosa y la apuesta al plano secuencia como identidad, Chazelle nos llevaba a una Los Ángeles colorida y atemporal, y nos mostraba que esto no era un musical más. Que era posible un cine ágil, virtuoso y vistoso…

Seguirían luego otra galería de secuencias inolvidables, en la misma sintonía. Desde la lúdica y repleta de colores primarios escena de “Somewhere in the crowd” a la menos vertiginosa pero mágica secuencia de “a lovely night”, donde Emma Stone y Ryan Gosling rompen la pantalla a pura química y pasos de tap. Y perlas como, en la secuencia del “Summer montage”, los movimientos de cámara bruscos y perfectamente sincronizados entre un Sebastian que toca el piano y una Mia que baila a su ritmo. #LaLaLand respiraba un ritmo encantador e irrefrenable que, si bien parece desacelerarse un poco a partir de la aparición del personaje que interpreta John Legend, enseguida reemplaza el frenesí perdido por la desgarradora profundidad emocional de su recta final: llevándonos del casting de Mia (en el que Emma Stone justifica el Oscar que ganó por este rol) al dramatismo descorazonador de esa secuencia sobre la vida que no fue. Una secuencia filmada a la perfección, con la rabia lúdica del estilo de Chazelle y el corazón del amor que narra. Con una apuesta a un diseño de arte pictórico y onírico, que se volvía un panorama por la estética de toda la historia del cine.

Con #LaLaLand Chazelle construía un film que recuperaba el aire de ensueño de los musicales más memorables y del cine clásico hollywoodense en un encantador technicolor. Que homenajeaba al cine y al jazz al mismo tiempo, con la elegancia como virtud no solo en lo visual, sino también en lo sonoro gracias al sensible score de Justin Hurwitz. Y que aprovechaba la química de Ryan Gosling y Emma Stone para construir un romance que tenía la gracia y la ternura justa, y que hasta se permitía caer en lo cursi sin arruinar la experiencia (¡Mia y Sebastian vuelan antes de besarse!).

En #LaLaLand el amor está en el aire. En Mia y Sebastian. En el jazz. En los homenajes al cine.

Por cierto… ¿alguien se acordará de #moonlight (la ganadora del Oscar a mejor película de ese año) con el amor con que todos recordamos #lalaland?

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