undefined_peliplat

IOSI: El agente secreto que no sabíamos que necesitábamos.

Iosi es una serie argentina de espionaje que podrán ver en Amazon Prime. Ya tiene su segunda temporada disponible, y fue ese estreno el que me apuró a verla. También ya me la habían recomendado mucho. Y además el policial y el thriller, son géneros que me pueden. Es un ejercicio mental apasionante, una especie de ajedrez entre uno y una mente invisible que a través de las letras en la literatura, o del dispositivo audiovisual en su totalidad en el cine, juega mano a mano con nosotros. Y si compartimos con otros en la intimidad del hogar el sentarse a ver un relato que recorra ambos géneros arriba mencionados, además el juego ajedrecístico sucede entre todos los espectadores. La tensión se desagota y hasta se reconvierte en lo lúdico, y la experiencia de la expectación, se vuelve además sumamente activa. Nos volvemos casi protagonistas, detectives. A mi parecer, el triunfo de la ficción es cuando aún sabiéndola ficción, nos hace olvidar aquella frontera que la separa de la realidad. Durante lo que dure el relato, doblegaremos la constitución de aquello que creemos verosímil, y firmaremos con gusto el acuerdo de que durante ese tiempo las reglas serán nuevas.

¿Es el cine de espionaje un género?

No soy una persona que se caracteriza por tener una memoria firme. No me olvido de las sensaciones que algo me generó, pero olvido los nombres de las series, o las películas. Quizás esa también es la consecuencia de ver mucho. Y no es mi intención abrir un debate casi epistemológico. Prefiero utilizar el lenguaje al servicio del mero acto de la comunicación sin perder tiempo en desempolvar la raíz. Sí creo interesante pensar que por definición “thrill”, en inglés, es emoción. Una emoción vibrante, asociada al estremecimiento. El subgénero thriller, por ende, lejos de pensarse como un género objetivo que responde a reglas claras, pareciera entonces estar asociado a su efecto. A su vínculo con el espectador. Por eso su familiaridad con el género del terror también. Y con la mutación de los géneros, la cruza inevitable entre ellos a medida de que el tiempo pasa y los relatos se modernizan y complejizan junto a su espectador, podríamos pensar que una comedia podría ser también un thriller. Si la aventura del protagonista es una épica apasionante donde verdaderamente sentiremos que él y su objetivo peligra, aún siendo narrada claramente con el tono de una comedia, puede ser entonces un thriller (como en BlacKkKlansman de Spike Lee). Y si el policial lleva su trama construida sobre una investigación policíaca, y el motor del relato es la búsqueda de una respuesta, de un responsable, entonces debería el policial también ser siempre un thriller.

El subgénero del espionaje pareciera ser aún más específico: es una historia de espías. Así de sencillo. En el universo en el que sucede la historia, sus personajes, todos o algunos, trabajan como espías. Luego la estructura del relato suele tener muchas similitudes con el género policial (sucede un hecho concreto que tiene que ser resuelto, enfrentado o investigado, como en James Bond o Misión Imposible), y con el camino clásico de un héroe (pienso en la espléndida Kingsman, donde vemos desde que un joven se vuelve espía hasta que se consagra como tal). Como otra diferencia, suele suceder que la dimensión de los conflictos tiende a resolverse con secuencias de acción, de un despliegue de combate o talentos letales que no necesariamente tiene un policial. Y siguiendo dentro del terreno de la generalización y la estadística, la velocidad, la tensión y la intensidad de la narración que demanda una película de espionaje suele ser mayor a la de un policial. O por lo menos, el piso de tensión, de giros del relato, de ajedrez psicológico con el que juega el cine de espionaje, suele ser mayor al de un policial que puede permitirse otro ritmo narrativo. Por empezar, quitando los clásicos personajes del cine de espionaje tales como James Bond o Ethan Hunt, ambos famosos y reconocidos como espías dentro de su propio universo (obviando misiones donde deben pasar desapercibidos), en general los protagonistas del relato de espías están constantemente en el peligro de ser descubiertos. Infiltrados entre las huestes enemigas, siendo el conflicto principal si serán o no serán desenmascarados. Si la misión triunfará y si sobrevivirán.

El espectador suele saber lo mismo que el protagonista, y sufre la incógnita de qué es lo que sucederá junto a él o ella. Sabemos cuál será su jugada en el tablero, pero no la del otro lado. Y lo maravilloso de todo, si el relato es bueno, es que el contrincante es siempre un excelente jugador. Incluso a veces mejor que nuestro protagonista. Otras veces, en algunos de los relatos de espías, tal es el caso en Misión Imposible o James Bond, como espectadores sabremos lo que hará nuestro protagonista y su equipo hasta cierto punto del relato, en el que otorgaremos gozosos la concesión de ser engañados junto con el antagonista. Nosotros sabemos que en el último acto, Ethan Hunt nos va a engañar también a nosotros que somos sus testigos toda la película. Los protagonistas despliegan la jugada final como un ilusionista, desviando nuestra atención y nuestras hipótesis, sugiriéndonos observar lo que hace la mano izquierda, cuando con la derecha harán el gran truco.

En resumidas cuentas, ese contenido de thriller inevitable del subgénero del espionaje, está sostenido por la constante sensación de peligro de nuestros protagonistas, y ese dulce e inevitable temor de que no salga de la misión con vida

Nuestra serie

Y admito decirlo con ese ridículo y preciado orgullo nacional, como si estuviera en una cancha de fútbol: Iosi es una producción argentina.

Un agente de inteligencia argentino se infiltra en la comunidad judía para recopilar información sobre algo en particular, y termina descubriendo un caudal de secretos terribles que involucran la venta de armas, turbias relaciones internacionales entre el gobierno de turno y los de afuera, y redes que terminarán desencadenando uno de los peores ataques terroristas de la historia de nuestro país.

La serie tendrá dos líneas temporales. Una posterior al atentado de la Embajada de Israel, y otra antes. La línea del pasado comienza con la formación del espionaje de José Perez, hasta que es convocado por su desempeño en la academia a su primer misión: infiltrarse en la comunidad judía (tratada por la policía del momento con recelo y rechazo, refiriéndose a la ella de manera despectiva) para recopilar información sobre un presunto potencial interés de la comunidad en la Patagonia. Al aceptar el trabajo, sin preludio ni tiempo, José tendrá que abandonar su identidad y su pasado, estudiar todo acerca de la cultura, desde su idioma hasta sus costumbres, mudarse a la capital, conseguir trabajo, hacerse de amistades, y volverse Iosi.

Por su inteligencia, terquedad y frialdad, entre reportes a su superior, Iosi llegará a rincones impensados para él, poniendo a prueba su propia moral, y descubriendo que la realidad es mucho más terrible que las sospechas que lo llevaron a emprender esa misión.

Contar más sería un despropósito para quienes aún no la vieron, porque, como antes decía, si hay algo que vuelve apasionante al género, es la fuerza de la incógnita.

La importancia del hecho en argentina

Alejandro Awada, Natalia Oreiro, Marco Antonio Caponi, Matías Mayer, Juan Leyrado, Mercedes Morán, son algunas de los actores, actrices y figuras de una serie premiada y reconocida mundialmente. Ganadora de Premios Sur, Premios Platino, y nominada a mejor serie internacional en los Emmy, y a mejor actor protagónico: Gustavo Bassani.

La elección de un protagonista que no fuera una figura popular, es esperanzadora. Argentina por formación, vocación, reconocimiento, dueña de uno de los mejores y más vastos teatros del mundo, dispone de muchísimos actores y actrices talentosos. La justificación de que los protagonistas deben ser taquilleros para darle calidad a los proyectos y para poder garantizar la recuperación del dinero invertido, es de una vaguedad terrible. Las productoras o las plataformas que financian los proyectos demandan así la conformación de los proyectos apoyándose en esas justificaciones. Sin embargo, la leyenda popular dice ya haberse agotado de ver las mismas cara, algo que pareciera atentar incluso contra esa justificación industrial tan perezosa. Y no hablo de quitarle el trabajo a los tan maravillosos artistas y trabajadores ya reconocidos que, como todos, han batallado y batallan por estar donde están. Hablo de democratizar la elección del casting en los proyectos y que el abanico se amplíe. Si cada cual hace lo mejor posible su labor, aún quienes no tengan la experiencia aún de liderar como actor o actriz un proyecto, podrán ser formados, acompañados, dirigidos y sostenidos por la maquinaria de la industria audiovisual. Si se confía en la etapa de las audiciones, ¿por qué termina ganando la pereza de aferrarse al que ya sabemos que funciona? ¿No agradecen en general los espectadores siempre la aparición de nuevos intérpretes? ¿El descubrimiento de nuevos talentos? Iosi, como prueba de esto, se vuelve un tesoro preciado. Gustavo Bassani está mucho más que a la altura de esta serie completa, compleja, entretenida, construida con suma verosimilitud y cuidado, con poquísimas fisuras, orquestada con calidad y a favor del poder del entretenimiento. El actor encarna con minuciosidad al protagonista en todo su arco. Sueña con ser el espía ideal, se apasiona con la profesión, trabaja por el éxito de la misión, lo hace bien, goza y padece a la vez los temibles éxitos de su objetivo, sufre las consecuencias que la misión irá marcando en su persona, perderá el control en la tormenta, y se hará fuerte luego de ella volviéndose, como muy bien se ha subtitulado la serie, un espía arrepentido.

El actor tiene la difícil tarea (y el director Daniel Burman de conducirlo) de componer todo ese recorrido anímico en una persona entrenada para auditar sus emociones y taparlas, para desvincularse emocionalmente de la gente que lo rodea, ya sea para dejarla atrás en el tiempo como para sacar de ellas el mayor provecho posible. Y podrían caer en el simplismo de diseñar un personaje funcional sencillamente frío y sin profundidad, funcional a la épica del género aún haciendo así funcionar el relato, y no sucede. Las capas se sienten y se ven, el personaje (gracias al guión, a su actor y dirección) dejan ver aunque sea en un rincón de sus ojos cuando teme por su vida pese a mostrarse firme y determinante, o si sufre aunque sea durante una milésima de segundo por quien tiene al lado.

Si bien todos los intérpretes ofician realmente con precisión los roles que les corresponden en el relato (otro detalle que habla maravillas de la dirección del proyecto), hay que mencionar las hipnóticas, pulidas, quirúrgicas pero lúdicas interpretaciones de Alejandro Awada y Daniel Kuzniecka. Lúdicas porque lejos de ser interpretaciones correctas y solamente respetuosas del relato desde el complejo lugar ético que cumplen, tienen juego y mucha humanidad. Jefe y mano derecha de quienes son formalmente los antagonistas del relato, teniendo los actores la difícil tarea de conseguir darle tridimensionalidad a esos personajes que el espectador está acostumbrado a juzgar por su moralidad. Ambos intérpretes consiguen que el espectador empatice con ellos, y por sobre toda las cosas (que creo más difícil), consiguen volver verosímil el gran riesgo del guión de que, pese a ser los enemigos de su misión, el propio protagonista aprende a quererlos.

En épocas donde la industria y el mercado se han afianzado sobre sus propias reglas fundamentales, y han puesto al arte a competir entre sí, época donde el terreno es fangoso y correr riesgos se ha vuelto casi un acto heroico, Iosi se vuelve un hecho demás preciado. Es muy valiente atreverse a hacer una serie de un género a la vez tan potencialmente popular como riesgoso, donde la precisión del juego de ajedrez vuelve rápidamente frágil el verosímil del relato. Y por más que hacer cine de género para el snobismo es una especie de consolidación del status quo, creo que hacerlo ahora y desde nuestro país se vuelve un gesto revolucionario. Dentro de la misma industria cultural. Jugando las mismas reglas de juego. Es un enorme triunfo y una obra con hidalguía. Tocando además un rincón turbio de la historia argentina, y, como si fuera poco, basado en una historia real contada por un espía hoy vivo bajo la protección del Programa de Protección de Testigos.

Más populares
Más recientes

¡Comparte lo que piensas!

Sé la primera persona en comenzar una conversación.

2
1
0