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Ariel Casos Vello y el arte invisible de restaurar cine

Ariel Casos Vello estaba viendo la tele junto a sus papás pero no entendía bien lo qué veía. Era pequeño aunque sabía que era cine nacional. Mientras sus papás veían por enésima vez una película con Tita Merello, él no lograba comprender del todo sus palabras en un castellano rápido y con un mal sonido. Y fue en aquellos momentos, ya con 13 años, que muy dentro suyo comenzó a resonar una frase: “Qué bueno sería que alguien restaure esto y se vea y escuche mejor”. Lo que no imaginaba era que años más tarde él se iba a dedicar a eso.

Hoy, Ariel tiene 34 años. Está sentado, hablando, mientras uno de sus cinco gatos, ciego, se relame sobre su regazo. Al lado suyo, una computadora prendida con un programa de edición de fotografía abierto. Sobre el escritorio, un videocasette que dice “Moebius” en su tapa. Entra una brisa por los ventanales que dan a las casas y el verde del barrio de Barracas. “En mi familia siempre hubo mucho arte. Mi mamá es pintora y mi papá es músico. Mucho cine, mucha música, muchas series. El hecho de ir a alquilar pelis era algo que se hacía todos los viernes. Se alquilaban cerca de 10 películas cada fin de semana”, cuenta.

“Hay una pérdida de interés en la memoria, en la preservación. Es lo primero que se suele recortar. Y dentro de este esquema lo que menos busco es que me acrediten. Yo busco que sea de dominio público”, cuenta Ariel Casos Vello

Ariel Casos Vello es restaurador de cine, pero también es lic. en enfermería, fotógrafo y músico. Lo multifacético, el no quedarse anclado a un solo rol, se le fue dando de manera natural: “Veo el arte como un todo en el cual me desenvuelvo de acuerdo a los intereses y las pasiones que me mueven en ese momento. No es que me considere más músico que fotógrafo o más editor de video que músico”, comenta mientras miro una de sus cámaras apoyada en el escritorio.

Aquel hecho explica cómo llegó a la tarea de restaurar películas. Desde aquel primigenio pensamiento de pequeño, hasta el primer largometraje en el que se embarcó hubo un hiato de varios años en el que se fue desarrollando en diferentes disciplinas. Pero lo particular es tanto su motivación como su estilo, su manera de hacer volver a la vida viejas cintas desgastadas por el tiempo o cuyo material original apenas se mantiene.

—¿Qué es la restauración de cine para vos?

La restauración es un arte. Es como el montaje, que también es un arte. Es el estilo de arte invisible. Desde la conservación y la restauración el aporte que hacés es inmenso y no importa tanto qué hiciste, sino que se vea bien y que se pueda ver a través del tiempo. Algo a lo que se pueda acceder. Si lo viese desde el punto de vista económico me fundiría. Exige muchísimo dinero y tiempo.

—¿Cuál es la importancia de restaurar películas en este momento?

—En una época en donde el interés masivo está en el presente, la preservación queda relegada. En este sentido, pedirle a alguien que mire atrás, al pasado, es un poco difícil. Y cuando se llega a cierto punto en el cual se da un poco vuelta el asunto la gente apunta al futuro: “Vengo hace años pasándola mal, quiero hacer un viaje”. Hay una pérdida de interés en la memoria, en la preservación. Se está viendo a nivel mundial. Es lo primero que se suele recortar. Y dentro de este esquema lo que menos busco es que me acrediten. Yo busco que sea de dominio público.

En un momento del mundo en donde el individualismo está a la orden del día, Ariel Casos Vello se preocupa por el trabajo colectivo, por el dominio público por sobre el coleccionismo, por el patrimonio histórico por sobre cualquier rédito económico. Como otras facetas de su vida, la restauración de cine se volvió un arte más de los que suele realizar. Y como toda historia hay un comienzo.

Una de las latas rescatadas con el trailer original de la película, el cual Ariel Casos Vello restauró y lanzó antes de publicar la película completa.

—¿Cómo empezaste en la restauración?

—Siempre tuve un gran amor por la foto y por el cine en general. Primero empecé a editar video para mí. Desde que tengo 8 años toco el bajo y fui parte de varias bandas. Cuando estaba en ellas notaba que el material audiovisual de los conciertos nunca aparecía porque los que tenían que hacerlo colgaban. Entonces ahí empecé a editar video y a aprender montaje. Fue empezar a leer libros y profundizar en el tema por mi cuenta.

Por otro lado, desde que tengo 12 o 13 años soy fan de Linux. Ahí empecé a toparme en el 2015 con las primeras herramientas de Inteligencia Artificial (IA) y empecé a jugar con crear imágenes desde palabras. Y pensé: “Puedo hacer esto para restaurar fotos”. Mi interés comenzó por restaurar fotos de familia que ya se empezaban a ver mal. Quería ver cómo podía desarrollar un método propio para hacerlo. Cuando empecé a ver que los resultados eran buenos se me empezó a cruzar la idea de hacer esto con video.

—¿Cómo es el proceso generalmente?

—Una tortura. A diferencia de otros métodos que son más automáticos, yo trabajo con un acercamiento que viene de la fotografía. Primero analizo el archivo de video que tengo, luego veo cómo está comprimido, que defectos se ven en imagen (pixelado, ruido, sombras rotas, etc.) y después paso esa data a un editor de video. Allí separo todas las escenas y las clasifico por condición de luz. Es como hacer el trabajo inverso del director de fotografía y del montajista, o visto desde lo que estudié y ejercí —Lic. en enfermería— es como una autopsia.

Ariel se ríe y ve hacia la ventana. Tal vez esté recordando aquellos años en donde tenía que estar de guardia y lo único que lo hacía sostenerse en los tiempos muertos era ver cine nacional. Las películas que miraba en los intervalos de aquellas 24 horas en vela hacían crecer en él cada vez más la idea de que algo debía hacerse con esos largometrajes en malas condiciones.

—Luego veo todo lo que pasó cuando se hizo esa conversión, qué se hizo mal, qué colores no son los correctos y demás. Después exporto cada uno de esos clips como fotogramas y los cargo en un editor para mejorar y reconstruir valores como sombras, luces, color y demás. Finalmente todo esto se exporta nuevamente como fotos y pasan por otro software que se encarga del reescalado, que es aumentar la resolución. Esto me vuelve a entregar los frames pero ahora ya en 4K o en 1080p. Una vez tengo todos estos reescalados y corregidos se compilan en videos que voy cargando en el proyecto original y van reemplazando los segmentos del material fuente. Luego viene la parte de restauración y limpieza de audio, dentro de la cual me especialicé en la inversión de patrones de ruido y aislamiento vocal.

Proceso de restauración.

De más está decir que este proceso es muy lento, porque la precisión debe ser quirúrgica. El único requisito es tener paciencia, desapegarse de los resultados y abrazar los errores. Te va a salir mal el 80% y el 20% que te va a salir bien lo vas a festejar. De todas formas, al hacerlo por gusto propio el proceso adquiere otro punto de vista. Eso hace que cuando tengas un contratiempo no pese tanto. Yo hago algo artístico. El objetivo no es que sea masivo, sino que me guste a mi, que me represente.

La computadora que tiene enfrente es una de hace alrededor de 10 años. No es ni por asomo una de aquellas de última generación. En la consciencia general se suele pensar que se necesita una máquina potente para hacer que una película pase de verse como si estuviera en VHS o en DVD a 4K. Pero no es así y es algo que él recalca de manera constante: cualquiera puede hacerlo.

—Los programas que uso son todos libres dado que soy usuario de Linux. Así que con que tengas una computadora que prenda y paciencia podés restaurar lo que quieras, sea un video, una foto, audio, etc.; las posibilidades son infinitas. Uso Linux Lite y Arch Linux como sistema operativo principal. Para editar video y color uso Kdenlive, para analizar y limpiar los videos uso Handbrake. Para reescalar uso Video2x y Real ERSGAN, proyectos que ya son multiplataforma, gratuitos y usan IA que se puede personalizar en base a tus necesidades. Eso logra mucho más que lo que está disponible de manera paga como Topaz Video Enhance (que también lo uso gracias a una licencia que me donaron).

Material de la NASA restaurado por Ariel Casos Vello.

—¿Cómo ves el crecimiento de las IAs? ¿Es un peligro para el oficio que realizás?

—Hay un pensamiento apocalíptico con la IA. Y es esta idea de que nos va a reemplazar a todos, de que las notas de un portal las puede hacer Chat GPT, así como las traducciones, que van a reemplazar a los animadores, a los fotógrafos, pintores, etc. Y la realidad es que no, en absoluto. Siempre vamos a buscar al humano detrás. Eso está en nosotros. Hay notas autogeneradas ya, y no las lee nadie, porque te das cuenta. Pasa lo mismo con todo lo que es imagen. La IA no puede pensar nada que no haya sido creado. Y esa es la principal diferencia con la humanidad.

Yendo a ejemplos prácticos, si una ferretería decide hacerse el logo usando una AI en vez de pagarle a un diseñador gráfico es porque de todos modos no iba a contratar a un diseñador gráfico en primer lugar. Lo mismo pasa con la música autogenerada. Los realizadores que deciden usar IA no iban a contratar a un músico compositor de todos modos. Y también ocurre que en el mundo netamente capitalista muchísimas empresas de atención al cliente incorporan como "novedad" tener operadores telefónicos y no un chat de voz con IA. Eso es porque nos sentimos más seguros y mejor respaldados cuando del otro lado hay un humano. En resumen, la diferencia está en qué hacemos con estas herramientas.

Equipo utilizado para la filmación de Moebius y sus respectivos afiches.

En mi caso, la IA tiene un rol pequeño pero fundamental. Sólo la uso de ser extremadamente necesario, para que me dé exactamente lo que busco y para eso tengo que entrenarla. Hace 10 años que estoy jugando con ella, y al día de hoy puedo decir con orgullo que logré recuperar material histórico que de otra forma hubiese sido imposible.

El gato ronronea y se baja de su regazo. Ariel me pregunta si quiero mate, tras lo cual va a buscar yerba y a preparar el agua en la cocina. Me llama la atención el teclado de la computadora. Tiene teclas de diferentes colores, algo apropiado para aquel arduo pero satisfactorio trabajo de edición artesanal. Aquella autopsia, como dijo anteriormente. Vuelve con el mate y se sienta.

—Ahora llegamos al primer proyecto en el cual te embarcaste y que tiene un significado especial en el cine nacional. ¿Cómo fue restaurar Un buen día?

—Estaba empezando a escuchar que había una película que era como la The Room argentina, o sea, tal vez la mejor peor película del cine nacional. La encontré en YouTube y cuando la vi fue amor puro. Es una carta de amor al cine. Porque más allá de lo hilarante que puede ser toda la película hay algo muy lindo que tiene que ver con que fue hecho con mucha pasión. Es la película de Quique Torres. Fue su idea y su sueño y lo hizo. Para mí eso es admirable.

Hay que destacar que The Room, la película estadounidense de Tommy Wiseau, llegó a tener tal nivel de popularidad que se realizó una cinta basada en su rodaje, The Disaster Artist. Con Un buen día pasó algo similar. Cierta mística en su cinta atrajo un fandom pasional y empedernido, el cual se concentra principalmente en un grupo de Facebook. Suelen realizar proyecciones y hasta hicieron una película “rehaciendo” la original, con actuaciones, animaciones y diversos experimentos.

Antes y después de la restauración de Un buen día

—En ese momento ya estaba toqueteando la restauración y qué mejor proyecto para probarla que Un buen día. Primero pensé en hacerlo a 1080p, pero al final decidí hacerlo en 4K. Empecé de forma muy tibia, restaurando algunos frames icónicos. Había entrado al grupo de Facebook de Un buen día. Lo que hice fue subir ahí en forma de anuncio algunos fotogramas con detalles que en la versión original no se veían por la calidad previa. Gracias a eso se empezaron a destrabar un montón de easter eggs y la gente empezó a interesarse. En ese momento no tenía ni la más remota idea de la magnitud de lo que iba a generar.

Les dije que la iba a tener restaurada para ese mismo año, 2020, o para 2021. Pero cuando tuve una licencia dije: “Le meto con todo”. Abrí un cafecito para que la gente pueda ayudarme y con ese dinero pude alquilar una granja de renderizado. Es básicamente un conjunto de computadoras, o cluster como se suele llamar. Es lo que se usa en Hollywood para procesar el CGI. De esa forma, permitió que tenga la peli en mucho menos tiempo.

“Un buen día es una carta de amor al cine. Porque más allá de lo hilarante que puede ser toda la película hay algo muy lindo que tiene que ver con que fue hecho con mucha pasión”, cuenta Ariel Casos Vello.

Finalmente, el 18 de septiembre del 2021 ya estaba el trabajo completamente finalizado y subido a YouTube. A partir de ese momento, se desató algo fantástico. Se dio la posibilidad de hacer proyecciones y pasarla. Le llegó el dato a Quique Torres, el guionista. Y me pidió si le podía pasar la película restaurada, a lo que claramente accedí: era su material.

Más tarde quise restaurar el breve detrás de escena que estaba disponible sobre la película. Ahí sale el director, Nicolás del Boca, y esa fue su última obra. Para mí eso tiene un plus especial. Es hermoso que sea que tu único largometraje sea algo que la gente quiera tanto, habiendo tanto que pasa sin pena ni gloria. Aparte, tiene un significado profundísimo que es la concientización de lo que fue el SIDA en Argentina en los 90. Es un aporte que le cambió la vida a mucha gente.

“Es hermoso que sea que tu único largometraje sea algo que la gente quiera tanto, habiendo tanto que pasa sin pena ni gloria", cuenta Ariel Casos Vello.

Cabe aclarar que recientemente se acaba de anunciar el documental sobre Un buen día, Después de un buen día, dirigido no sólo por un gran director de documentales, sino también por un acérrimo fan de la cinta: Néstor Frenkel. Y en palabras de Ariel, este se hallaba sentado en la primera función que se realizó de la cinta restaurada.

El próximo proyecto de Néstor Frenkel.

De alguna forma, Un buen día fue el campo de entrenamiento para el proyecto que le sucedió. Una obra icónica del cine argentino. Una película de culto que también conquistó a su propio séquito de fans y el cual llegó a rincones realmente inesperados.

—¿Cómo fue tu acercamiento a Moebius?

—Empezó hace 5 años ya, cuando vi en un canal de cable la película y para mi horror se veía muy mal. La busqué en YouTube y lo mejor que encontré era algo que ya de por sí se veía raro. Para ese entonces ya estaba experimentando con restauración y edición de video, así que me animé al desafío. Cuando ya tenía algo para presentar quería primero contactar al director, a Gustavo Mosquera R., pero me resultaba imposible. En un punto yo era el personaje de la película, Pratt, buscando al profesor Mistein. Ya cuando abandoné toda esperanza una amiga mía, Oswin, me dice: “¿A qué no sabés quién es mi profesor?”, y ella hizo el contacto.

Detrás de escenas restauradas de Moebius.

A todo esto, Moebius es una película basada en el cuento “Un subterráneo llamado Moebius” (1950) de Armin Joseph Deutsch. Este transcurre en la red de subterráneos de Boston pero Mosquera lo traspoló a una Buenos Aires extraña y futura. Un tren se pierde bajo la superficie de Buenos Aires y ante el total desconcierto de las autoridades, se convoca a Daniel Pratt, un joven topólogo, para encontrar el vehículo. La obra podría ser etiquetada como un policial matemático de ciencia ficción, en la que cada pista y cada hipótesis lleva a la siguiente. Es una película con múltiples capas de significados y filmada con diversas técnicas.

—Fui a una de las salas de la IDAC y ahí estaba Gustavo Mosquera R. esperándome con todo listo para verla en pantalla grande. Me temblaban las piernas, la voz, todo. Entraban alumnos a ver lo que estaba pasando, y esa fue la “primera función restaurada” de la peli. Luego fue trabajar mejorando todo lo posible y más que nada, recuperando un “Making Of” histórico perdido en el tiempo que nunca vio la luz. En ese sentido, Gustavo se encargó de hacer la curaduría del material y de conseguir toda la maquinaria para escanear cintas Betacam SP y Digibeta que estaban al borde de su vida útil. De hecho la mayoría se perdió en el digitalizado. Era una sola chance y salió bien. En algunos casos quedó el audio, en otros sólo la imagen y así fui recuperando de a poquito y reeditando. En el medio tuvimos la ayuda de la NASA, y acá es dónde la historia se pone aún más interesante.

Ariel Casos Vello (izq.) y Gustavo Mosquera R. (der.).

—¿Cómo que la NASA?

—Sí. Yo había restaurado unos videos del programa Apollo y les mandé mis resultados por mail a la prensa de la NASA. Ellos me contestaron que estaban muy conformes y si no tenía alguna referencia de otro material que haya restaurado. Era como una entrevista por mail. Cuando mencioné que estaba restaurando Moebius de Gustavo Mosquera R, la respuesta me shockeó: “Ahhh si, Gustavo”, me dijeron. “Vemos la película antes de cada misión importante como aperitivo, es una tradición”. Y ahí me contaron que la película se pasó repetidas veces y en especial en la misión Mars Pathfinder 1997.

“Vemos la película antes de cada misión importante como aperitivo, es una tradición”, dijeron desde la NASA.

Atónito por esta coincidencia bizarra le pregunté a Gustavo si era así y no sólo me lo confirmó, sino que también tenía algo de material de esas proyecciones. Él había viajado hasta allá y expuso la película justo después de 2001: Odisea en el Espacio de Kubrick. Algo de eso se ve al final del making of. Hasta me mostró el panfleto del Planet Fest 97 con Moebius en la lista para proyección en el auditorio principal. Esto era el entretenimiento mientras se esperaban las primeras imágenes en vivo desde Marte. Aún no puedo creer esta coincidencia. Al día de hoy sigo restaurando material para el archivo histórico de la NASA.

—Y al final se pudo estrenar la versión restaurada de Moebius. ¿Cómo fue ese proceso?

—Yo seguía a la cuenta y plataforma FANCINE y esta había reaccionado a algunos reels de la restauración de Moebius. Empezamos a hablar y quien está a cargo de la página, Gise Ferraro, se puso la 10, haciendo un trabajo de difusión importantísimo. Le puso todo el amor y la onda y eso hizo que la película llegará a nuevas audiencias. Me sorprendí al ver comentarios de gente que ni nacieron cuando se estrenó y la veían por primera vez. Hicimos una entrevista en vivo por Zoom y ahí Gustavo contó de todo y más.

Antes y después de la restauración de Moebius.

Algo curioso es que Moebius fue la primera película argentina que Gise Ferraro vio, por lo cual tenía para ella un significado especial al ser responsable en parte de su retorno. Gracias a ella Moebius está disponible en 4K en la plataforma de Somos Fan Cine. Sin embargo, al poco tiempo del estreno Ariel se dio cuenta de que el audio y el color podían mejorarse aún más, por lo que próximamente ya saldrá de forma pública en YouTube la versión final y definitiva de Moebius.

Ariel me pasa otro mate. Veo el videocasette de Moebius y se lo pido para verlo. Al contrario de lo que se pueda pensar, ese material analógico —algo ya para muchos inservible— le sirvió para hacer volver a la vida a una película de culto. Sin embargo, Ariel es inquieto y no se detuvo allí, todo lo contrario: se dispuso a restaurar nada más ni nada menos que Las furias, el primer largometraje sonoro dirigido por una mujer en Argentina, Vlasta Lah.

—¿Cómo fue restaurar Las furias?

—Vi la película gracias al hallazgo que hizo Fernando Martín Peña al recuperar una copia de 16mm (es decir, inferior que un 35mm que es el estandard de cine). Pude verla por primera vez en su ciclo Bazofi Online, y a pesar de que estaba en malas condiciones quedé maravillado. En ese momento mi idea fue restaurar el audio, no tanto la imagen. Para ello me basé en lo que está subido a Youtube y varias otras fuentes.

Antes y después de la restauración de Las furias.

Más tarde me apareció como recomendado en Instagram el perfil @vlastalahdocumental y ahí empecé a seguir el laburo de sus administradores, Tino Ferreira y a Candela Vey. Resulta que ellos estaban (y están) haciendo un trabajo impresionante para recuperar y difundir la obra de la pionera de nuestro cine, Vlasta Lah. Ya veníamos hablando de tanto en tanto y cuando fue la presentación del libro Por ser Mujer. La biografía de Vlasta Lah nos vimos las caras y empezamos a colaborar. Ahora ellos están realizando una gira por Europa, en donde presentan tanto su libro como la película restaurada.

—¿Dónde se puede ver tu trabajo?

En mi Instagram (@ariel_fpd7) muestro mis avances y fotos y en mi canal de YouTube está el material completo. Me pueden encontrar con el mismo nombre.

—¿Cuáles son tus próximos proyectos?

—En estos momentos estoy recreando las voces de las actrices de Las furias con IA para que repitan esos diálogos. Hasta ahora sale medio robotico pero estoy tratando de hacerlo. Y a la vez estoy recuperando la música original, que fue nada más ni nada menos que el primer trabajo de Piazzolla para un film. Estoy reconstruyendo su banda sonora basándome en mi oído y en MIDIS que escuchan el audio. Tengo el sueño de en algún momento presentarlo a una orquesta y que se toque.

Antes y después de la restauración de un spot publicitario de Norbert Degoas.

Por otro lado, continúo mis restauraciones para el archivo de la NASA, estoy realizando la versión final de Moebius y hay un proyecto que me llena de emoción, el cual consiste en remasterizar a 4K todo el archivo del gran Norbert Degoas, un genio publicitario argentino. En ese sentido, estoy trabajando con sus hijas, ambas músicas y productoras. Es un privilegio enorme.

Ariel termina de hablar, da un sorbo al mate y lo deja en el escritorio. Me dice que espere, que va a buscar algo. Cuando vuelve me trae una foto. “Este era Benny, el perro de mi familia. Nunca lo conocí ya que murió un tiempo antes de que yo naciera, pero crecí viendo sus fotos borrosas. A causa de la mala calidad de esas fotos a mi familia le costaba cada vez más recordarlo”, me dice. Luego, me muestra en la computadora la misma imagen pero diferente. Se había esfumado toda la opacidad y los detalles resurgían con vida. “Cuando mi vieja vio la restauración se emocionó. Volvía a ver al perro que tanto amó. En ese momento me di cuenta del valor que tiene restaurar y preservar la memoria personal y colectiva”, concluye.

“Cuando mi vieja vio la restauración se emocionó. Volvía a ver al perro que tanto amó", concluye Ariel Casos Vello.
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