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¿Por qué volver a ver Cantando bajo la lluvia (1952)?

Singing in the rain (1927) - Cantando bajo la lluvia - está considerada como la mejor película musical de cine estadounidense por el American Film Institute. Si bien hacer listas de las mejores es una ardua tarea con la que (casi) nadie estará de acuerdo, lo cierto es que su estreno supuso un antes y un después en el que probablemente ha sido uno de los avances más importantes en la historia del cine: el paso del cine mudo al cine sonoro. Y no se confundan, ya que no fue la primera película en utilizar el sonido, ni muchísimo menos. Más de veinte años antes, en 1926, Warner produjo la que sería la primera película sonora: Don Juan de Alan Crosland.

La película fue producida por la Metro-Goldwyn-Mayer y obtuvo dos nominaciones en los premios Oscar (Mejor Actriz de Reparto y Mejor Banda Sonora Original), mientras que Donald O'Connor ganó a Mejor Actor en los Globos de Oro.

Pero, ¿cómo fue la transición hacia el cine musical de Singing in the rain (1952)?

El ingeniero Lee Dee Forest se considera la primera persona que estableció las bases del desarrollo del cine sonoro. Con su invento en 1923 llamado Phonofilm, consiguió no solo sincronizar una película con el sonido, sino además registrar el sonido de la propia película. Warner Bros invirtió en esta nueva tecnología y es entonces cuando un año más tarde, el mismo director presenta la primera película hablada y musicada: El cantor de jazz (1927), la mismísima con la que inicia el conflicto de la película.

Si siguiésemos hablando de la historia del sonido en el cine, tendríamos que hablar de la película de Rouben Mamoulian, Aplauso (1929), la primera con cámara móvil en la que varios sonidos son grabados de forma simultánea: una oración y una nana se superponen en sonido. Tal y como explican Emilia Esteban, Claudia Lorenzo y Blanca Garrido en El cine en cien preguntas, son varias las películas que siguieron innovando en este sentido: Las calles de la ciudad (1931) introduce el monólogo interior; en El hombre y el monstruo (1932) se emplean por primera vez sonidos no reales; y uno de sus mejores trabajos es la opereta Ámame esta noche (1932)».

Así el cine de terror también sacó sus frutos de la incorporación del sonido ya que las «herramientas sonoras y musicales aportaban mayor verosimilitud, sonidos estridentes, amenazadores espacios fuera de campo… En definitiva, nuevos instrumentos para que la sensación de miedo y susto fuera más intensa y efectiva». El sonido pasó a ser un recurso emocional y no sólo funcional, porque además del diálogo o la canción, surgieron nuevos conceptos y recursos, como «el ruido de fondo, el paisaje sonoro», etc.

Y, ¿cómo refleja la película el paso del cine mudo al cine sonoro?

Singing in the rain (1952) cuenta a partir de la historia de dos jóvenes actores comediantes (y una historia de amor al más puro estilo de la edad de oro del cine estadounidense) cómo fue para Hollywood la traumática transición del cine mudo al sonoro. Por ello, la historia se ambienta veinte años antes de su producción, en 1927, introduciendo una referencia real que se había dado en la historia del cine: el estreno de la primera película hablada y cantada El cantor de jazz (1927), por Warner, protagonizado por la icónica imagen blackface de Al Jolson.

Metacine

Nada más iniciar el film, aparece un elemento que no me esperaba en absoluto: la utilización del recurso del metacine y la ruptura de la cuarta pared. Digamos que todavía a día de hoy, por lo menos a mí me sucede, cuando encuentro este tipo de recursos en un producto audiovisual, me quedo fascinada por la riqueza que añade a la narrativa y/o estructura de la película. Y es más, a menudo se analiza como una “innovación”, o se llega a tildar como una mirada “moderna” o “actual”. Yo misma me quedé enamorada de la imagen de Bárbara Lennie hablándole a la cámara en la ya reseñada Las chicas están bien (2023). Nada más lejos de la realidad. Gene Kelly y Stanley Donen ya utilizan de manera brillante este recurso, con la figura del actor de moda Don Lockwood apelando directamente al espectador. En la alfombra roja, en pleno estreno de la ficticia película muda The Royal Rascal, protagonizada por Lockwood (Gene Kelly) y Lina Lamont (Jean Hagen), Kelly mira a la cámara mientras esta realiza un zoom-in. La ruptura de la cuarta pared permite introducir a través del flashback, la historia de cómo él y Cosmo llegan a triunfar en Hollywood, en una especie de secuencia de trabajos que les conducen hacia la exitosa vida de sus sueños.

Escena en la que Gene Kelly mira a cámara

A partir de aquí, la introducción de los elementos propios del lenguaje y mundo teatral son infinitos, haciendo que la película se articule a través del metacine (subgénero que nos habla de la utilización del cine dentro de cine). Desde productoras, rodajes dentro del propio rodaje y estrenos, pasando por el uso de micrófonos, la evidencia del guión y el artificio de la escenografía y los decorados a la vista; todos los elementos de la fábrica de sueños se dejan al descubierto en Cantando bajo la lluvia (1952), haciendo un retrato que a ratos resulta ácido de la realidad del cine estadounidense del momento.

Al abordar el tema de la industria, la película busca destapar los entresijos internos y desmitifica la artificialidad de la realización cinematográfica. Quizás uno de los mejores ejemplos es la escena musical en la que Don y Kathy cantan "You Were Meant for Me", en un escenario vacío en el que quedan plenamente visibles los diferentes elementos de los decorados, dejando a ojos del espectador cómo se preparan las escenas de la película. En esta romántica escena, la luz de la luna proviene de un foco superior que el propio Don activa; el atardecer se materializa con un telón de fondo rosa y morado; y el aire proviene de un ventilador industrial.

A pesar de mi admiración, lo cierto es que el metacine no era una novedad que se introdujo con esta película. El uso de historias sobre los años de oro de Hollywood, sobre el cine de los estudios o el star-system era común y habitual. Quizás una de los mejores ejemplos puede ser la conocida Sunset Boulevard (1950) de Wilder, en la que la brillante Gloria Swanson interpreta a una antigua estrella del cine mudo Norma Desmond.

En este sentido, el argumento de la película se centra en el rodaje de la última producción muda de Monumental Pictures (estudio ficticio en el momento), protagonizada por la que parece, a ojos de la prensa rosa, la pareja del momento: Don Lockwood y Lina Lamont. Aunque solo se trata de una mera estrategia de publicidad, tal y como pasaba a menudo en la realidad. Pero sucede que, tal y como demuestra el jefe de la productora, el Sr. Simpson, el cine sonoro parece haber llegado para quedarse y por miedo a quedarse atrás, deciden convertir la nueva película, The dueling cavalier, en un proyecto sonoro (una talking picture). Es aquí donde Cantando bajo la lluvia (1952) consigue reflejar cómo fue la introducción y adaptación de la industria a esta nueva innovación.

Fallos de sonido, diálogos cutres y malos, excesiva gestualidad y sobreactuación, y lo que genera el mayor de los conflictos, la voz de Lina. Si bien el espectador sabe de este “problema”, pues no se le permite hablar en los estrenos de las películas mudas por su horrible timbre de voz, cuando el cine sonoro llega a los estudios, este fue un verdadero problema para muchos actores. Y no únicamente este, sino la incapacidad para interpretar en un registro más natural (pues con el diálogo ya no era necesario demostrar con el cuerpo), así como la terrible dicción que impedía que se les entendiese. En este sentido, la película muestra de forma precisa y muy acertada las clases de dicción y habla de los maestros, que trataron de enseñar a los actores del momento cómo debían de vocalizar correctamente para poder seguir trabajando en la industria y adaptarse así a los cambios que venían. Asimismo, la película no solo refleja el terrible proceso de adaptación, sino también la respuesta del público exigente frente a los primeros intento: risas y burlas frente a los problemas de grabación, sincronización de sonido, micrófonos no direccionales y los malos diálogos.

Es aquí cuando la película introduce el género del musical, pues tras el fracaso, a Kathy se le ocurre convertir la película sonora en una pieza con números musicales y Cosmo cambia el título de The dueling cavalier por The Dancing Cavalier. Aunque probablemente, a todo aquel que no se haya visto la película le asaltará una duda en este momento: ¿qué sucede con la terrible voz de Lina? ¿Cómo disimular la tragedia ahora en un musical? La respuesta la tiene nuevamente Cosmo, figura del clown bianco: Kathy doblará la voz de Lina. Cabe decir, sin embargo, que «Cantando bajo la lluvia (1952) muestra el doblaje aunque este no fue posible en las primeras películas sonoras».

(La escena del doblaje)

Es gracias al recurso del metacine donde la película hace una crítica (parodia sería más correcto, quizás) del mundo de las estrellas, de las alfombra, incluso de la filmación de un rodaje. Ya lo va esbozando Kathy nada más conocer al gran Don: «Es mera diversión de masas. Las figuras de la pantalla no me interesan. Ni hablan ni actúan. Solo hacen el tonto”, dice Selden mientras imita la forma de actuar, ridiculizando a la industria del momento». A lo que este le responde, habiendo herido su orgullo de artista: «¿La mímica no es actuación?» / «Pues no. Interpretar es: grandes papeles, diálogo, bellas palabras. Shakespeare. Ibsen».

En el tiempo en el que The dueling cavalier todavía es muda, también vemos una sátira de lo que puede esconderse detrás de la verdadera actuación y lo que luego en cámara parece el “diálogo”, mientras Don y Lina solo insultan pero en silencio parecen estar deseandose en pleno enamoramiento.

Sin embargo, al final de la película -mítico final feliz hollywoodense, ya les voy adelantando- los directores consiguen desmontar todo lo que les acabo de decir sobre la artificialidad de la realización. La belleza del cine, a través del romántico final entre Kathy y Don, hace que volvamos a creer en que la fábrica de sueños es real por unos instantes. Incluso volviendo a “destapar” los entresijos, aunque en este caso, los de un telón que esconde a Kathy doblando “Singing in the rain” y destapando así, la gran mentira detrás de la película.

El engaño cuando se destapa el telón

El cierre es circular, ya que la película inicia con el estreno en una sala abarrotada y termina con otro, presenta, sin embargo, un viaje largo en el que el cine mudo pasó a ser sustituído por el sonido, la canción y la voz. Una película llena de color, de ritmo, de baile, una pequeña oda al cine, un homenaje a sus artístas más primitivos, un reflejo de la industria, son los elementos que conforman esta superproducción de la década de los 50. Y no es baladí lo de la «superproducción», pues la película costó más de dos millones de dólares, concretamente $2.540.000,1. Aunque tranquilos, no tardó en recaudarse, nada menos que $12.400.000,1.

La película está disponible en Filmin.

Nahia Sillero.

Fuentes:

El cine en 100 preguntas - Emilia Esteban, Claudia Lorenzo y Blanca Garrido.

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