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Ídolo, campeón, femicida: un análisis interseccional de la serie Monzón

Spoilers

1.- Introducción

La serie de televisión Monzón, estrenada en 2019, es una adaptación libre del libro Monzón, secreto de sumario de María Adelina Staiolo. Además, según la placa que aparece al final de cada episodio, se basa en testimonios reales, material de archivo gráfico y audiovisual e información de dominio público. Sus creadores dejan en evidencia en el material gráfico publicitario su objetivo de centrarse en la investigación y el juicio por el femicidio de Alicia Muñiz en febrero de 1988. Sin embargo, al verla resulta evidente que el verdadero protagonista de la ficción es quien le da el nombre, Carlos Roque Monzón. Además de su parte en el crimen, a lo largo de 13 episodios conocemos su infancia, sus comienzos en el boxeo, su ascenso a la fama, su relación con sus parejas y con sus hijos.

Se podría decir que la historia utiliza un enfoque holístico para retratar de manera ficcionalizada el femicidio de Alicia Muñiz, teniendo en cuenta la trayectoria de vida del perpetrador. Esto permite descartar un análisis mono-lineal del desenlace de la historia, y adoptar en cambio una mirada interseccional que permita observar las formas en las que la raza y el género interactúan y cómo generan las diferentes dimensiones de las experiencias del protagonista debido a que son dos de los organizadores básicos de la distribución de los recursos sociales, que generan diferencias de clase observables (Crenshaw, 2012).

2.- Dicen que yo soy violento, pero no te olvides que yo no soy lento

En el año 2018, la jueza Alicia Ramos Fondeville explicó en una entrevista por qué a pesar de que el caso había sido caratulado como homicidio simple y el fiscal había pedido 18 años de prisión para Carlos Monzón, el tribunal estableció una condena de 11 años. Su respuesta fue que se vio a la violencia como atenuante debido al ambiente en el que Monzón había crecido, y el deporte a través del cual llegó a la fama (Canal Diez Mar del Plata, 2018).

Como cualquier comportamiento social, es posible concluir que la agresión es modelada a partir del proceso de socialización (Simkin y Becerra, 2013). El proceso de socialización es el resultado de la interacción de factores individuales, grupales y sociales. La familia constituye uno de los principales agentes de socialización, pero hay muchos más como el grupo de pares, la escuela y los medios de comunicación. Esto significa que la violencia responde a una “matriz de aprendizaje” particular que cruza el desarrollo individual, la dinámica grupal, y que entronca con la cultura local (Voloschin, Becerra y Simkin, 2016).

Bajo el sistema patriarcal, la idea de superioridad de las cualidades masculinas más estereotipadas, como la fuerza y la agresividad, empuja a los varones a demostrarlas. El despliegue de actitudes machistas viene obligado por la necesidad de demostrarse a sí mismo y a los demás que se es un hombre (Morilla, 2001). En la socialización de los niños se advierte cómo muchas de estas actitudes se les imponen incluso en contra de sus preferencias pacíficas o su carácter tranquilo (Alberdi y Matas, 2002). En la edad adulta, esta demostración de ser “un hombre” puede cobrar importancia en la imposición violenta sobre las mujeres, como refleja la serie televisiva.

Monzón pertenecía a una familia de clase baja de Santa Fe, razón por la cual a los 8 años debió abandonar los estudios para comenzar a trabajar y colaborar con el sustento familiar. Además de trabajar de lustrabotas, en una escena del segundo episodio vemos cómo Carlos se ve obligado a robar comida a los 9 años para satisfacer su hambre y la de sus hermanos. Orgulloso, se sirve una porción más grande que el resto bajo la explicación de que él era el “más macho”. Esta frase deja ver su identificación a un ideal de masculinidad con atributos ligados a la fuerza y el dominio respecto de aquellos que deben ser subordinados desde muy temprana edad, en un contexto de crianza donde primaban la violencia y el desamparo (Blanco, 2021), como se nos recuerda segundos después cuando es castigado por un policía que quema su mano con la olla robada.

A sus 18 años, la violencia sigue presente en la vida de Monzón. Luego de estar vinculado, como otras veces, a una pelea callejera, en la ficción un policía le da un ultimátum; debe elegir entre comenzar a entrenar con Amílcar Brusa y cumplir una condena de 6 meses. Tomada la decisión, su nuevo entrenador le pregunta por qué le interesa adentrarse en el mundo del boxeo. La respuesta de Monzón es clara, necesita el dinero y le dijeron que “los boxeadores se cogen las mejores minas”. En este sentido, la violencia encarna para el personaje una posibilidad de ascendencia social a través del deporte, pero también una forma de reafirmar su masculinidad y recibir atención femenina.

3.- Blanco por dentro, soy muy pobre y humilde, vivo con dignidad

Conocer los orígenes del boxeador permite también analizar la forma en la que la serie retrató el racismo. En más de una ocasión, el personaje de Monzón expresa disgusto al ser referido como “negro”, o palabras similares. En nuestro país, este término no se utiliza sólo para designar a afrodescendientes, sino a individuos de forma casi independiente de su color de piel (Blazquez, 2008).

Este fenómeno se complementa con lo postulado por Mbembe (2016), el devenir-negro del mundo. El negro fue inventado para significar exclusión, embrutecimiento y degradación, y con la fusión del capitalismo y el animismo durante el neoliberalismo, los riesgos sistémicos que antes sufrían sólo los esclavos negros, ahora constituyen el destino de todo grupo subalterno. Esto implica que actualmente exista un “racismo sin razas”, en donde se moviliza “la cultura” y “la religión” en vez de la biología. Este racismo es visible en la historia argentina en términos como “cabecitas negras”, “negro de alma”, “morochos”, y otros derivados que suelen aplicarse a miembros de la clase baja.

Una de las veces en las que reacciona ante este término es la escena en la que conoce a Susana Giménez, quien lo llama “negrito”. A pesar de que la intención de la actriz fuera designarle un apodo cariñoso, Monzón se enoja al oírla. Esta escena contrasta su hábito de llamar “negra” a su primera esposa Pelusa, criada en circunstancias similares a las suyas, con su rechazo cuando una mujer perteneciente a la clase media alta argentina desde nacimiento lo llama así. Esto se debe a que este adjetivo mantiene al sistema de contrastes, que es para otros propósitos y en otros contextos, estigmatizador y que puede en un argumento o en un tono diferente cargar con la fuerza de un duro insulto. Es decir, a pesar de que los ejercicios de identificación con el estereotipo o término que puede realizar una persona estigmatizada se puedan entender como el producto de una sensibilidad no racista ni (hetero)sexista, es importante que también sean analizados como otra producción de prácticas discursivas discriminatorias (Blazquez, 2008).

Otro momento destacable en el que Carlos Monzón es descripto como “negro” es en el último episodio, cuando Alicia Muñiz lo insulta en la ficcionalización de una discusión previa al femicidio. Es un ejemplo claro de la posición “metonímica/agresiva”, una de las dos que utiliza Blazquez (2008) para explicar cómo se construye el sujeto del discurso de sentido común racista. Bajo esta mirada, los rasgos o comportamientos considerados negativos de sujetos con determinado fenotipo (tez oscura, pertenencia a la clase baja) es interpretado como “cosa de negros” y a los sujetos se los considerará como unos “negros de mierda”. Alicia lo describe de esta forma buscando enfatizar que no quiere que su hijo se críe bajo la mala influencia de su círculo social, rodeado de “putas” y “viendo cosas de mierda”.

Por último, otro signo de clase que se destaca en la serie es la forma de hablar del boxeador. Como explica su primera esposa, la gente notaba que no pronunciaba “correctamente” algunas letras debido a no haber cursado más del segundo grado de primaria (Canal Susana Yoverno, 2019). De hecho, por esta razón en la película La Mary su voz fue doblada por el actor Luis Medina Castro.

Cuando en el octavo episodio de la serie su hija corrige su forma de hablar, en cierta forma, esto nos recuerda que la vida de Carlos Monzón se enmarca en el éxito del sueño meritocrático, con el paso de una infancia en la extrema pobreza a contratos millonarios en el ring. Él no pudo avanzar en sus estudios, pero sus hijos crecieron recibiendo una buena educación y sin tener que trabajar para sobrevivir. De esta forma, no heredaron algunas de las características por las cuales sus padres son reconocidos socialmente como “negros”.

4.- Locati, Barreda, Monzón, y Cordera también, matan por amor

Recordando el póster publicitario de la serie, resulta evidente que el equipo de producción buscó promocionarla aludiendo estratégicamente al crimen que conmocionó al país en 1988. Creo importante, por esta razón, detenerme en las complejidades del mismo.

Se entiende como violencia contra la mujer todo acto de violencia sexista que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psíquico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada (ONU, 1995). Estos actos son ejercidos por varones en nombre de un privilegio, de un poder que podría perderse en cualquier momento si no se logra el control sobre una mujer significada como su posesión. Por ello, uno de los momentos más delicados para las víctimas de estas violencias es cuando llegan a cabo intentos de separación (Blanco, 2021).

Ante este punto resulta importante destacar que los varones también están sometidos a pautas culturales y son prisioneros del sistema social dominante, el patriarcado. Las tendencias de dominación no están inscritas en la naturaleza masculina sino que son construidas y aprendidas en el proceso de socialización. De este modo, los varones se ven obligados a afirmar su superioridad, a demostrar su fuerza, a dirigir y gobernar, a través de un proceso de inculcación que tiene como objetivo alcanzar esa situación que se asimila a la virilidad. En este sentido, la virilidad se identifica con la capacidad sexual y con la aptitud para el combate y el ejercicio de la violencia (Alberdi y Matas, 2002).

El personaje de Monzón aparece en varias escenas reaccionando de manera violenta cuando siente que una mujer desafía su autoridad al estar en desacuerdo con él o decir algo que no le agrada. Para nombrar tan sólo unos ejemplos: agrede a su hija cuando le da malas noticias sobre la tenencia de su hijo menor, golpea a su pareja Susana Giménez por criticar a Tito Lectoure luego de que le entregue su renuncia, golpea a su pareja Mercedes “Pelusa” García por retar a su hija por pintarle los labios, y comienza con Alicia la discusión en la que acabó con su vida luego de que ella mencione las fortunas que gastaba “en pavadas”. La mayoría de estas escenas tienen en común el estado de ebriedad del protagonista, lo cual no es menor porque recientemente Susana Giménez expresó que Monzón era una persona maravillosa, cuyo único problema fue la bebida y dejar de competir (Canal Susana, 2019).

Otro detalle destacable es que a la hora de hablar sobre los hechos transcurridos el 14 de febrero de 1988, Monzón menciona que Alicia le “rompió las pelotas”, y que “nunca la hubiera matado” (Blanco, 2021). Defendiéndose, además apela a lo que Azpiazu (2017) llama corporativismo entre hombres, una complicidad entre varones ligada al patriarcado.

Debido a que el sentido común dominante nos resulta invisible, es difícil notar las complicidades masculinas. Sin embargo, podemos rastrearlas en nuestros modelos de socialización desde la infancia hasta la edad adulta, que llevan a que en general los varones heterosexuales sólo vean como cómplices a sus congéneres (Azpiazu, 2017). Cuando Monzón explica en su primera declaración que golpeó el rostro de su ex-pareja para tranquilizarla debido a que estaba “histérica”, y que la agarró del cuello, lo hace enfatizando su inocencia. De cierta forma, además, busca la complicidad de los policías y abogados presentes, creyendo que comprenderán cómo se sintió en ese momento, que alguna vez actuaron de la misma forma, o que sencillamente no condenarán su acto.

Este concepto es perfectamente ilustrado en un mea culpa publicado por el director de la revista El Gráfico, Ernesto Cherquis Bialo. Expresó que los periodistas debían asumir su cuota de responsabilidad y culpa debido a que habían visto el comportamiento violento de Monzón con sus parejas, y decidieron que era “mejor no perturbar al ídolo, mejor no publicar estas negatividades, mejor dejémoslo, forma parte de su intimidad” (Vallejos, 2018). Una actitud similar se refleja en el recuerdo de Susana Giménez de su primer encuentro con Monzón: “Me dijo 'Hola, ¿qué tal, cómo te va?'. Y me dio un beso en la boca. Yo estaba con mi novio y le dije: 'Oíme, ¿viste que me dio un beso en la boca?' 'Bueno dejalo, es el campeón del mundo'” (Canal Susana, 2019).

El silencio es la forma más común de la complicidad masculina, además de la dificultad de comprender la criminalidad del acto cometido (Azpiazu, 2017). El femicidio de Alicia Muñiz aparecía en las noticias de la época como "consecuencia" de "discusiones" y "peleas de pareja", un hecho trágico, pero no fuera de lo común. Cabe destacar que, muy similarmente, en Mar del Plata el 19 de febrero de 1980 el actor Alberto Locati golpeó a su esposa, intentó ahorcarla y la arrojó por la ventana. La diferencia entre este episodio y el cometido por Monzón es que Eva Cielito O’Neill sobrevivió, y popularmente se vio la situación con tintes humorísticos (Vallejos, 2008). Por su parte, en 1986, el boxeador Andrés Selpa le disparó dos veces a su esposa, quien a pesar de las heridas logró sobrevivir (Filighera, 2019). Si bien se declaró culpable, al igual que Locati volvió a tener problemas con la justicia por otros casos de violencia contra mujeres. Quizás por lo que opinó en el programa Yo Fui Testigo: “la mujer es para uno un objeto” (Moreno, 2018).

El asesinato de Muñiz fue construido en la prensa como un drama pasional y confuso, sin atender a sus fuertes características de violencia doméstica y sexista. Monzón expresó en su primera declaración frente al juez García Collins que le había pegado “a todas [sus parejas] y nunca pasó nada”. Si bien es cierto que ninguna de sus ex-parejas había muerto a sus manos, sí había habido repercusiones. Por nombrar algunos ejemplos, fue denunciado por violencia ante la justicia por su primera esposa, y recibió una sentencia de 2 años que nunca cumplió debido a un indulto que el vicealmirante que gobernaba Santa Fe, Jorge A. Desimonio, le extendió en 1977 (Vallejos, 2008); Susana Giménez confesó, tiempo después, que se separó de él porque lo consideraba peligroso, y que podría morir si la relación se extendía; y Alicia Muñiz había hecho múltiples denuncias en su contra por violencia física, económica y amenazas de muerte (Pizarro, 2018).

5.- Conclusión

En noviembre del 2012, la Cámara de Diputados de la Nación aprobó por unanimidad el proyecto de ley que propone la reforma del artículo 80 del Código Penal para incorporar la figura del femicidio, definiéndola como un crimen hacia una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un varón y mediare violencia de género (Contini, 2013).

Antes de este hecho histórico, se podría pensar que casos como el crimen cometido por Monzón, entre otros, contribuyeron al proceso de construcción del problema de la violencia de género en la agenda pública en Argentina (Martínez, 2008). Tras la fama de este crimen, el número de mujeres denunciando violencia de género se multiplicó en un contexto en el cual la policía se mostraba renuente a aceptarlas y las mujeres a presentarlas. No es un dato menor que el divorcio se legalizó en Argentina en 1987, y una gran preocupación para estas mujeres era cómo mantenerse económicamente ante una eventual separación de la pareja violenta (Smith, 1988). Un hecho que mejoró esta situación fue la apertura de la primera Comisaría de la Mujer en el país, en 1988 (Carrington et al., 2020).

Los medios de la época cubrieron el femicidio de Alicia Muñiz describiéndolo como “algo accidental” o “confuso”. Bajo esta mirada, no se proponen ni víctimas, ni victimarios, ni problemáticas asociadas a la violencia de género, más bien se asocia al hecho a una tragedia (Pagnone, 2017). De esta forma lo vio el mismo Carlos Monzón. Cuando expresó que le había pegado a sus parejas y nunca había pasado nada, describió cómo había agredido a su ex-pareja y más tarde contó públicamente "Alicia ya me debe haber perdonado", probablemente no lo haya hecho con intenciones cínicas.

Como indica Azpiazu (2017), muchos varones no son conscientes de que acciones que cometieron pueden ser catalogadas como abuso o violentas. Similarmente a un ejemplo que da el autor en su texto, en el episodio 13 de la serie vemos que el boxeador "fuerza un poco" a Muñiz para que tenga relaciones sexuales con él, a pesar de su negativa. Así como Monzón no era consciente de que este acto era una agresión sexual, sus dichos dejan entrever que veía a lo sucedido el 14 de febrero de 1988 como una tragedia, sí, pero producto de una discusión más de pareja. De hecho, ha dicho públicamente que “siempre en una pareja el 50% lo tiene uno y el 50% lo tiene otro". Explicaba que, entonces Alicia tenía “la culpa de haber ido a Mar del Plata”, porque él estaba solo con su hijo desde principios de enero, y la culpa de él fue “haber tomado tanto esos días” (Big Bang News, 2019; Canal ArchivoDiChiara Canal 2, 2021).

En base a lo expuesto, si bien sus acciones son condenables, de esto no hay dudas, es posible trazar una explicación para comprenderlas usando una mirada interseccional que tenga en cuenta el género y la raza como hace Crenshaw (2012) en su trabajo sobre las experiencias de mujeres de color. Carlos Monzón responde a las cualidades de una construcción de la masculinidad propias de su época, su clase social de origen y distintos hechos que marcaron su trayectoria de vida a través del proceso de socialización.

La precarización de la vida de los sectores populares afecta de manera pronunciada a la masculinidad, porque se encuentra sustentada en valores patriarcales definitorios de roles a partir de ciertos rasgos que, al quedar desprovistos de identificaciones con el grupo, se trastabillan: la fuerza proveedora, la gestión dominadora del hogar, el respeto por ser “cabeza” de familia, entre otros (García Sojo, 2012). Haberse criado en la pobreza extrema, siendo uno de los mayores de una familia de 15 hijos con un padre ausente y alcohólico, convirtió a Monzón en un adulto prematuro. No tuvo una niñez o una adolescencia plena ya que debió involucrarse desde muy joven en la resolución de los problemas de la vida cotidiana de su hogar (Artiñano, 2009), en un contexto de violencia y desamparo.

Esta violencia a la que diariamente tienen que hacer frente los habitantes de barrios pobres es una respuesta “desde abajo” a la sistematizada violencia estructural a la que han sido sometidos por décadas. Estos jóvenes se encuentran muy tempranamente ante el panorama de un futuro poco promisorio y un presente que les exige producir y consumir sin ofrecerles espacios concretos para hacerlo (García Sojo, 2012). Enfrentado a esta realidad, Carlos encontró una salida de su situación para él y su familia a través del boxeo.

En este contexto de crianza, la serie nos muestra la identificación de Monzón a un ideal de masculinidad con atributos ligados a la fuerza y el dominio respecto de aquellos que deben ser subordinados desde la niñez (Blanco, 2021). En su edad adulta, esta demostración de ser “un hombre” cobra importancia en su imposición violenta sobre las mujeres a través de distintos tipos de agresiones físicas y verbales.

Esta forma de interactuar con las mujeres no está únicamente presente en el boxeador. Tanto su vida como la de los mencionados Locati y Selpa, son tan sólo ejemplos de un problema sistémico que atraviesa a la sociedad; la violencia de género no se trata de una violencia aleatoria, aislada o explicada por características anormales del abusador o la víctima, o por la disfunción en la familia (Salgado y Moreno, 2012).

Recuperando nuevamente el póster de la serie, quizás podemos afirmar que hoy en día Carlos Monzón es percibido por muchos como un “ídolo, campeón, femicida”. Sin embargo, en base a la bibliografía y los archivos gráficos y audiovisuales de la época revisados en este artículo, creo que una afirmación más acertada es que fue un varón fuertemente marcado por una socialización y una crianza que le impusieron una masculinidad arraigada a la violencia, razón por la cual trató a sus parejas de la forma en la que lo hizo.

6.- Bibliografía

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Artiñano, N. A. (2009). Masculinidades incómodas: jóvenes, género y pobreza en el inicio del siglo XXI (Doctoral dissertation, Universidad Nacional de La Plata).

Azpiazu Carballo, J. (2017). Masculinidades y feminismo. Selección: Capítulos 3 “Hombres, movimientos y feminismo?” (pp. 75-113) y 4 “Incomodidad productiva y aprendizaje del malestar” (pp. 115-126). Barcelona: Virus editorial.

Big Bang News. (2019). Entrevista a Carlos Monzón desde la cárcel: "La culpa la tuvimos los dos". https://www.dailymotion.com/video/x7c0lk0

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Canal Diez Mar del Plata. (14 de febrero del 2018). Telediario | De Campeón mundial a femicida: Nota con Alicia Ramos Fondeville, exjueza. https://www.youtube.com/watch?v=TjTUBPZNUd4&ab_channel=CanalDiezMardelPlata

Canal Susana. (21 de julio del 2019). Susana cuenta todo sobre su relación con Carlos Monzón - Susana Giménez 2019. https://www.youtube.com/watch?v=ZJ9xyvYyWAI&ab_channel=Susana

Canal Susana Yoverno. (30 de julio del 2019). Susana y Pelusa Monzón. https://www.youtube.com/watch?v=emO1cR-wOmc&ab_channel=SusanaYoverno

Contini, V. E. (2013). Femicidio: una forma de extrema violencia contra la mujer. http://www.saij.gob.ar/valerio-emanuel-contini-femicidio-una-forma-extrema-violencia-contra-mujer-dacf130232-2013-08-20/123456789-0abc-defg2320-31fcanirtcod

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Crenshaw, K. [1991] (2012). “Cartografiando los márgenes. Interseccionalidad, políticas identitarias, y violencia contra las mujeres de color”. En Raquel (Lucas) Platero (ed.), Intersecciones: cuerpos y sexualidades en la encrucijada. Temas contemporáneos. Ediciones Bellaterra.

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López Mato, O. (2019). Los dedos de una mano: la infancia de Carlos Monzón. https://www.perfil.com/noticias/opinion/opinion-omar-lopez-mato-los-dedos-de-una-mano-la-infancia-de-monzon.phtml

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