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Apocalypse Now: el corazón del horror

Spoilers

“Mi película es Vietnam. Estuvimos en la jungla, había demasiados de nosotros, tuvimos acceso a demasiado dinero, demasiado equipamiento, y poco a poco nos volvimos locos”, pronunció Francis Ford Coppola en la apertura del Festival de Cannes de 1979. Y es que se podría decir que Apocalypse Now fue realmente una travesía hacia el corazón del horror.

Poster alternativo

Con un guión de John Milius inspirado libremente en el libro de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, el director tuvo encajonada la idea durante años. Quiso llevarla a cabo a fines de los años sesenta, con su amigo y más tarde también famoso cineasta, George Lucas, a su cargo. Querían filmar la película nada más ni nada menos que en plena guerra de Vietnam. Tal vez habría que agradecer a todos los estudios que se negaron de forma rotunda a financiar la empresa; el mismo Milius admitió que seguramente iban a morir de haberlo hecho.

La idea cayó en suspenso, pero no desapareció de la mente de Coppola. Mientras, realizó otras obras que se convirtieron en joyitas del cine y que le dieron notoriedad, fama y dinero: The Godfather 1 y 2 y The Conversation. Ya con una espalda económica importante y con su propia productora, Zoetrope Studios, se lanzó en 1975 a producir lo que sería tal vez su obra más descomunal y de las más desproporcionadas en la historia del cine.

Francis Ford Coppola reconoce que 'Apocalypse Now' glorifica la guerra | El  Correo
Francis Ford Coppola en el rodaje de Apocalypse Now

Apocalypse Now fue filmada en Tailandia en el transcurso de 238 días. Y en su desarrollo no faltaron obstáculos: desde un tifón que destruyó los sets y obligó al equipo a volver a Estados Unidos por dos meses mientras se reconstruía todo, hasta sendas reescrituras de guión durante el mismo rodaje, la reticencia de Marlon Brandon a participar debido a los constantes retrasos de la producción o un ataque de corazón a Martin Sheen, quien protagonizaba la película. Todo eso ocurría mientras el equipo estaba vulnerable a ataques, ya que en aquel momento el gobierno del país libraba una guerra de guerrillas contra el Partido Comunista de Tailandia. El director estadounidense no se equivocaba al referirse a Apocalypse Now como la misma Vietnam.

Coppola entregó literalmente su vida en la elaboración de esta obra. No solo se arriesgó a un trato en el cual si la película perdía en taquilla, él hubiera quedado en bancarrota, sino que su misma salud mental estaba por momentos al borde, como atestiguó su esposa en el documental Hearts of Darkness: A Filmmaker's Apocalypse. Y nada pudo detener la conclusión de un rodaje tan salvaje como aquella sangrienta guerra.

El inicio del río

Las aspas de los helicópteros surcan un cielo en llamas. Un ventilador gira en círculos sobre el rostro de un hombre que rememora el infierno. La canción “The End” de The Doors comienza a resonar entre explosiones y una voz introspectiva. Los signos de lo apocalíptico están injertados tanto en el interior de un personaje roto como en un exterior sumido en llamas.

Secuencia inicial

El relato de Apocalypse Now está movido por la voz en off de su personaje principal, Willard. La perspectiva de la cinta está puesta en sus retinas, y sus pensamientos se le revelan al espectador, hilando la narrativa. Es un hombre que no encuentra descanso ni en su tierra de origen ni en la tierra en la que combate, que posee una moralidad ambigua y cuyo pasado no se termina de explicitar pero del cual solo se podrían sacar feas conclusiones dado el rol para el que lo contactaron: asesinar a un desertor que habría entrado en la más profunda locura y cuya vida hacía desestabilizar el objetivo de los altos mandos de Estados Unidos en Vietnam.

Se podría decir que el combate entre estos dos hombres empieza desde el inicio de la película. Es una batalla invisible y remota, cuya distancia física se va acortando a medida que el bote manejado por Chief y el cual lleva tanto al protagonista como a Clean, Chef y Lance, va avanzando por el río. Y es en ese trayecto que Willard va tejiendo en su mente y a partir de correspondencia, historial de guerra, noticias y unas vagas fotos, el perfil de Kurtz: su misión, su potencial víctima, su némesis.

El barco arrastrado hacia lo profundo de Vietnam

Pero el río no es solo mental. Tal vez la misma Vietnam sea quien arrastra al bote río adentro por un cauce hacia territorio cada vez más oscuro, cruento y desconocido. Y como si fueran los muchos círculos del Infierno de Dante o el barco de Caronte por el Leteo del Inframundo, la tropa de cinco hombres -¿o los cuatro jinetes que llevan a Willard, el apocalipsis personificado?- va pasando por diversas franjas que representan las distintas facetas de la locura y el horror de aquella futil guerra del siglo XX.

Los siete círculos del Infierno

La primera parada de los cinco soldados debe servirse de la ayuda del coronel Bill Kilgore, un hombre que es la viva manifestación del lado más bombástico y performático del ejército estadounidense. La reproducción de “La cabalgata de las Valquirias” desde los helicópteros, la profusión de misiles que hacen estallar las cabañas vietnamitas en mil pedazos y el proceso de marcado de los muertos con cartas de póker se chocan con la principal motivación del hombre de conquistar un territorio: poder surfear en sus aguas. Es una secuencia tragicómica y grotesca, que saca a la luz el real absurdo y el nihilismo de hombres que continúan una guerra sin importar su verdadero objetivo -si es que existe-, y se dejan llevar por una inercia que intenta más que matar al enemigo, asesinar el aburrimiento.

Bill Killgore

El segundo círculo del inframundo vietnamita es más silencioso e inefable: la selva. Willard y Chef deciden bajarse del barco para buscar mangos. Para ello deben internarse en el espesor de hojas, troncos y extraños sonidos que es el ecosistema vietnamita. El suspenso de la secuencia tiene componentes del terror primordial que puede llegar a representar la naturaleza en su forma más pura. Y se podría decir que la máxima encarnación de aquel terror es el tigre que salta sin preanuncio alguno sobre los dos soldados. La frase “debí quedarme en el bote” puede llegar a decir más de lo que parece. Tal vez jamás debieron haber partido; tal vez jamás debieron avanzar en aquel territorio inhóspito; tal vez aquel animal fue la primera gran advertencia que los personajes desoyeron.

La inefable selva

Se podría decir que la tercera estación es una escapista y libidinosa: un show de Playboy Playmates, mujeres adoradas por los soldados, y las cuales salen en portadas de las revistas. Son tal vez las únicas presencias de objeto de deseo de los militares en medio de la jungla. Se organiza un espectáculo que sale mal. El canto de las sirenas es demasiado potente y los hombres se dejan llevar por sus más primarios instintos. Willard es de los pocos que se mantienen al margen como Ulises en La odisea, lo cual demuestra su determinación en la misión.

Las Playboy Playmates y los soldados desaforados

El cuarto momento de pausa del bote es de un tono de tensión casi insoportable. Se detiene para inspeccionar un barco vietnamita. Willard se opone pero Chief insiste. Y lo que en realidad es un simple transporte de mercancías termina pareciendo un potencial enemigo. Las balas de los cinco arremeten contra los pobres mercantes que solo llevaban un cachorro de mascota escondido, y no armas ni granadas. Es un elemento más de la tragedia y el sinsentido de la guerra.

Inspección del bote vietnamita

La quinta franja que deben atravesar es el puente Do-Lung. Y allí la pesadilla cubrió de forma total lo que parece ser el último bastión de la "civilización estadounidense" en las profundidades de Vietnam: oscuridad, explosiones, soldados que solo buscan huir del desastre y un oficial al mando que no existe.

El puente Do-Lung

Se podría omitir la sexta parada, ya que en la versión original no existe. Y en mi opinión la secuencia de los franceses es algo que sobra y que corta el ritmo y el significado del film. Hay una sobrexplicación que quita muchos de los matices ambiguos de la película y no por nada el mismo Coppola descartó todo lo filmado a los gritos durante el mismo rodaje.

El séptimo y último lugar es la llegada al santuario y refugio del mismo Kurtz.

El corazón de las tinieblas

Desde que se presenta el plano abierto de una multitud de indígenas abriéndose para recibir a los entonces tres sobrevivientes, para luego cerrarse en un círculo en torno a ellos, se denota que llegaron al núcleo del horror: cuerpos colgados de los árboles, cabezas dispersas por las escaleras, una tribu entera en un silencio fanático y adorador. Y es en aquel momento que la distancia física entre Willard y Kurtz se acorta hasta ser ínfima. Está en su territorio. Entró en su infierno personal. Y como si fuera una descripción metatextual el grafiti “Apocalypse Now” acentúa de forma definitiva la llegada al objetivo.

Secuencia de la entrada de Willard al santuario de Kurtz

Los cuatro jinetes llevaron a Willard a su destino final. Se podría decir que ninguno sobrevivió, excepto él, que podría llegar a representar el mismo apocalipsis del lugar al que fue enviado. Solo Lance quedó con vida, pero una vida frágil, ya sumido por completo en la locura. Y el Apocalipsis fue arrastrado hasta los pies del mismo Kurtz.

Marlon Brando había llegado al rodaje en un estado físico que no era el deseado por Coppola. Sin embargo, eso lo obligó a este a explotar al máximo su creatividad y así consiguió de las tomas más memorables de la película y del cine: Kurtz es retratado siempre de manera fragmentada, en sombras, con maquillaje de guerra, o sólo con una silueta recortada por una casi mística luz dorada. Un hombre delirante, recitador de poemas y literatura, agente de actos de guerra llevado por su propia cuenta, transformado en Dios por sus seguidores.

Kurtz, interpretado por Marlon Brando

Kurtz es la viva representación de la locura y del horror de Vietnam. Es el centro del corazón de las tinieblas. Es el más íntimo núcleo de los círculos del Infierno. Es el mismo Vietnam. Y esa podría ser la razón por la que Estados Unidos no puede permitir que se visibilicen sus acciones, ya que le podría dar la razón a toda una población que critica una guerra sin sentido. Y es que Kurtz es el sinsentido. Es la alineación máxima del frenesí bélico. Más que Kilgore, más que el tigre, más que las facciones sin oficial alguno o que la líbido de los hombres que se arrojaron ante las Playboy-sirenas.

Y Willard ya parece entender lo que Kurtz significa. Aun puesto en libertad por su mismo némesis no lo asesina, y espera, cauteloso. Lo mata con su consentimiento y en consonancia con el rito del pueblo que allí vive. Muere el toro, muere Kurtz. Lo mata no por la orden institucional del gobierno que lo envió allí, sino más bien para darle fin a su sufrimiento. Prueba de ello es que jamás se termina comunicando por radio con los altos mandos luego de acometer el pedido. Se aleja sin más con la corriente que lo llevó hasta allí.

Secuencia final

Apocalypse Now es tal vez una de las más grandes preguntas acerca de lo que significa la guerra. La última toma es un primer plano de Willard alejándose del lugar en silencio y en la oscuridad. Y su imagen se solapa contra una de las partes del templo que dejó atrás -en forma de cara- y un helicóptero sobrevolando. “El horror… El horror…”, son las últimas palabras de Kurtz y de toda la película, las cuales resuenan en consonancia con un rostro que llegó a entender a Vietnam. Un hombre que llegó al mismo corazón del horror.

Por Alex Dan Leibovich

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