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1779 Todo el mundo ya llama a la emperatriz Catalina II la Grande por instigación de su colaboradora más cercana, la influyente princesa Dashkova. Su Alteza Serenísima el Príncipe Potemkin, ex favorito y esposo casado de Catalina, sigue siendo un fiel compañero de armas y, de hecho, la segunda persona en el estado. La vida personal de la emperatriz, como antes, está llena de pasiones y amoríos. Sin embargo, a pesar de todo, Catalina no se olvida de importantes asuntos estatales. Entre ellos se encuentra un manifiesto sobre la sucesión al trono. La emperatriz decide transferir el trono a su nieto Alejandro, sin pasar por el heredero legal, su hijo Pavel. Sin embargo, el zarevich no va a renunciar a sus derechos y luchará hasta el final. Comienza una nueva lucha por el poder.