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Inglaterra, 1805. La guerra con Francia se prolongaba desde hacía ocho años. La flota francesa, aprisionada en el puerto por la poderosa marina británica, se negó a salir a librar una batalla decisiva, temiendo una victoria británica. En casa, inspirados por la Revolución Francesa, los artesanos y comerciantes de Inglaterra se habían unido en sociedades dedicadas a la reforma política ya frenar el poder de la pequeña clase dirigente privilegiada. Estas sociedades fueron prohibidas por decreto del gobierno y forzadas a la clandestinidad. Sus miembros fueron etiquetados como revolucionarios jacobinos.