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Los hermanos Frederik, Alexander y Christian solían pintar graffitis juntos, pero después de la muerte de Alexander todo cambió. Frederik está perdiendo la fe en la vida y alivia su dolor con opioides, mientras Christian encuentra consuelo en la botella. Los dos hermanos no hablan juntos. El graffiti ya no es una expresión de libertad, sino que brota de Frederik como una exclamación triste. Una noche, sin embargo, Frederik conoce a un extraño que le muestra la franqueza y el cuidado que le faltaba. Frederik redescubre la esperanza, el desenfreno y el entusiasmo por la vida.