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A poca distancia de Marsella, en el cabo Morgiou, en las profundidades del macizo de Calanques, se encuentra la cueva de Cosquer, descubierta hace unos treinta años por un buceador, Henri Cosquer. Con su bestiario de cientos de pinturas y grabados -caballos, bisontes, medusas, pingüinos-, la única cueva submarina decorada del mundo permite conocer un poco más las sociedades mediterráneas de hace 30.000 años. Hoy, amenazada por el aumento del nivel del agua acelerado por el calentamiento global, esta joya del Paleolítico Superior corre peligro de ser tragada. Para salvar la cueva de la desaparición, el Ministerio de Cultura ha optado por digitalizarla. A partir de este duplicado virtual se ha realizado una réplica en superficie para ofrecer al público una reconstrucción que le permita admirar estas obras maestras.