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Margo tiene 24 horas para hacer arreglos en el apartamento por la llegada de su hija y su madre. En un intento por encontrar una solución, accidentalmente envía un mensaje pidiendo ayuda a todos los contactos de su teléfono. A partir de ese momento, el timbre de la puerta suena continuamente, y viejos y nuevos amigos aparecen uno tras otro en el departamento de Rita: un diputado ruso, un maestro judío, un armenio, el dueño de un restaurante. El último en caer como nieve sobre su cabeza es un estadounidense con propuesta de matrimonio. Juntos deciden: no se debe permitir que Margarita vaya a los Estados Unidos. Puede que no sea fácil, pero los rusos no se dan por vencidos.