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En lo profundo de la brumosa jungla del sur de Colombia, entre traicioneras y empinadas laderas montañosas, se erige un puente de hormigón sin terminar como símbolo absurdo de la locura humana. Una vez pensado como un enlace en el nuevo "desvío" que se suponía que reemplazaría la peligrosa carretera vieja de Pasto a Mocoa, ahora es una extraña atracción para los excursionistas que toman selfies y los niños que hacen acrobacias en motocicleta. En 1991 un derrumbe devastador golpeó la carretera vieja, conocida como el "trampolín de la muerte", matando a decenas de personas. Un ingeniero en su jeep describe como una locura que este camino letal se haya construido así en la década de 1940. Después de todo, los misioneros católicos ya habían encontrado una mejor ruta décadas antes. Los residentes locales ven el diseño futurista del nuevo puente en construcción en sus computadoras portátiles. Los trabajadores vierten hormigón en medio del lodo y las aguas rápidas, sin darse cuenta de la muerte inminente. Es como si hubiera una conspiración entre la naturaleza, los políticos y la arrogancia tonta.