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En 1995, la Galería Knoedler, la galería de arte más antigua de Nueva York (había existido durante 165 años, antes de la Guerra Civil y de todos los museos de la ciudad), compró un lienzo desconocido de Mark Rothko. Se vendió a Ann Freedman, directora de la galería, por 750.000 dólares (precio de liquidación). La persona que se lo trajo fue Glafir Rosales, una mujer de Long Island que no tenía mucho pedigrí artístico pero que afirmaba representar a un rico coleccionista anónimo, y la historia que contó sobre él parecía bastante plausible.