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Andersen, él mismo un maestro corredor de circuitos, es sobre todo de buen humor, y admite hablar íntimamente sobre su experiencia de ser el "chico malo" de la Viena católica en los años 80, y su consiguiente experiencia en Berlín. Habla en detalle sobre su relación con sus actores, y sobre los aspectos difíciles y dolorosos de la realización de películas, así como la diversión y los absurdos. La película tiene varias capas de realidad, hasta el punto en que el espectador debe usar su imaginación para decidir qué es real y qué es ficción, ya que las escenas de la obra de Andersen se entremezclan con la narrativa, incluida la desaparición autoinfligida del cineasta. .