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Después de incluso años de servir lealmente a un comerciante de productos coloniales, el crédulo optimista Hans sigue la llamada del mar, regresa a su hogar costero y su maestro le paga generosamente con una pesada pepita de oro. Cansado de la carga, expresa envidia de un escudero a caballo, que ansiosamente cambia su montura por el oro. Tirado por el caballo, Hans hace las delicias de un granjero cambiándolo por una vaca, y cuando otro granjero dice que es una vieja sin leche, el bovino por su cerdo, que un oficial que pasa sugiere que puede ser denunciado como robado pero felizmente cambia por su ganso. Este Hans cambia por la piedra de afilar de repuesto en desuso de un molinillo de tijera como un "trabajo de ensueño", solo para tirarlo en un pozo debido a su peso. Así llega al mar, sin un céntimo, al mismo tiempo que Elisabeth, la hermosa y comercialmente dotada hija del codicioso mercader Knudsen, quien tenía sentimientos encontrados acerca de su hedonista acogida a los negocios económicamente malos, y terminaba agradeciendo a Dios por su 'libertad'.