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La Madre Maria Pia Mastena desde pequeña tiene una visión de Jesús que la lleva a una vida dedicada al Señor ya los demás. Pero esta vida no está exenta de desafíos, tanto externos como internos. Las dudas internas y las malas interpretaciones de sus acciones por parte de quienes la rodean generan conflictos en el camino. Ella sigue adelante, continúa sirviendo y amando a los demás, eventualmente triunfando sobre sus desafíos y llevándola a abrir orfanatos, servicios de comida gratis, clínicas médicas y escuelas nocturnas para mujeres. Al final, logra realizar su sueño, la fundación de una orden especial dedicada a la imagen de Jesús que la transformó de niña: "El Instituto del Sagrado Rostro". El establecimiento de la orden hace que sus esfuerzos se expandan por todo el mundo. Su figura puso en comunicación el mundo terrenal común con el celestial.