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A principios de 2010, se encargó a la Alloy Orchestra una partitura original para conjunto de percusión,basado en un escenario musical dibujado en una hoja de papel de cuaderno cuadriculado de 3 pies de largo.Su principio de funcionamiento era un tempo fijo -60 pulsaciones por minuto- que los músicos debían seguir estrictamente durante toda la pieza.Dentro de esta cuadrícula,los intérpretes tenían total libertad para determinar el timbre,el volumen y la secuencia de temas a elegir para su trabajo.Dos artistas, un baterista y un dibujante, escucharon la grabación de la música sin conocer las instrucciones proporcionadas para su creación.Sin saberse el uno al otro,ambos se dieron a la tarea de tocar junto con sus respectivos instrumentos: uno con un tambor frente a una cámara,el otro con bolígrafo,cepillos,tinta y pigmentos coloreados en tiras de película de 35 mm.Ninguno de los dos tuvo tiempo de prepararse o ensayar de antemano.El metraje fue ensamblado y editado con estricto apego a los criterios adoptados para la música.Luego se le pidió a la Alloy Orchestra que acompañara la película con su propia partitura,confrontando así a la banda con el desafío de interpretar las respuestas del baterista y el dibujante a la pieza grabada.Esta coexistencia de disciplina extrema e improvisación total está en el centro del proyecto: un proceso generativo donde una regla autoimpuesta se refracta en un conjunto potencialmente infinito de variaciones,como en una sala de espejos.