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Justicia, no el testigo debe ser ciego. Pero cuando se trata del derecho a portar armas, no siempre es así. Cuando ocurre un tiroteo masivo, se persigue, pero no se arresta, a un tirador confeso y obviamente perturbado. En esta trágica historia de hipocresía e ignorancia política, el arma utilizada se convierte en el procesado. Este breve drama se burla de la corte de tendencia liberal y sus esfuerzos por limitar el derecho a portar armas de la segunda enmienda. Con un testigo ciego y un rifle esposado, el fiscal presenta su caso de culpabilidad mientras la defensa, armada con hechos, expertos y un testigo confesional aboga por el sentido común. Sería gracioso....... si no pareciera tan cierto.