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Adah y Aaron son drogadictos sobrios que se encuentran en la sala de espera de su psicoanalista. Tienen sexo, descubren que comparten un fetiche anal, recaen en los poppers, conjuran un demonio y matan al hermano de Adah. Cuando sus rostros se vuelven Gilipollas, los padres de Adah organizan una intervención en un programa de telerrealidad para que la pareja vuelva a estar sobria.