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El miedo al internamiento de los estadounidenses musulmanes es muy palpable y real dada la historia de los estadounidenses de origen japonés en los Estados Unidos.Este miedo me impulsó a visitar Manzanar,ESO,uno de los diez campos de concentración estadounidenses de origen japonés.Al encontrarme con el paisaje, me acordé de Afganistán: las montañas contra el cielo azul abierto,la tierra seca,pero también el paisaje del olvido.Ya sea el encarcelamiento de estadounidenses de origen japonés o la guerra más larga de Estados Unidos en Afganistán,las injusticias se invisibilizan,normalizado y olvidado.Manzanar ha sido escenario de múltiples opresiones.En 1863, el ejército estadounidense reubicó a la fuerza 1,000 indios Paiute para dar paso a los agricultores y ganaderos,y en 1929 los ganaderos y mineros se vieron obligados a trasladarse cuando la ciudad de Los Ángeles compró los derechos de agua del área.Estar en Manzanar significaba estar en la intersección de estas historias de agresión.Significaba enfrentar el dolor,enojo,y la traición incrustados en la tierra bajo nuestros pies.Lo que se niega no desaparece;lo que está enterrado debe salir a la superficie.¿Qué se necesitaría, y qué significaría, para EE.S.enfrentar sus sombras?Trazando mi propia sombra con las palabras de búsqueda del poeta afgano-estadounidense,sahar muradi,Empecé a explorar esta pregunta.
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