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Keld llama a la policía. "Es mi esposa, Margit. No ha vuelto del trabajo. Trabaja como contadora en la funeraria de mi cuñado. Ha estado allí 13 años". Keld se sienta en su sillón, completamente estupefacto, sus calcetines comienzan a combarse alrededor de sus tobillos. La familia ha decidido mudarse como muestra de apoyo. El único hijo de Keld y Margit sigue una dieta de jugos y está molesto porque Keld no se está subiendo los calcetines. Su prima acaba de regresar de su reciente paso por el circo en Alemania. La hermana de Margit se encarga del café mientras su marido, el empresario de pompas fúnebres, pasa la mayor parte del tiempo en el balcón, donde está permitido fumar. Todos se han juntado porque Margit ha desaparecido, pero los acontecimientos cotidianos de la vida tienen una forma de hacerse cargo, dejando de lado brevemente el gran drama.