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En la década de 1960, mientras las ciudades colapsaban y los suburbios crecían, Athelstan Spilhaus tuvo una visión: una ciudad futurista para 250 000 residentes, diseñada desde cero en los bosques aislados del norte de Minnesota, para resolver las crisis urbana y ambiental gemelas. La Ciudad Experimental de Minnesota usaría las tecnologías más nuevas en comunicaciones, transporte, suministro de energía, control de la contaminación (incluso un recinto abovedado) en un intento de crear ciudades más habitables y un entorno mejorado para el siglo XXI. La propuesta de Spilhaus fue convincente a gran escala y rápidamente ganó poderosos patrocinadores, cientos de expertos y su propia agencia estatal. Pero los tiempos estaban cambiando, y no todos se alinearon con esta nueva visión del futuro.