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Las provocaciones de Corea del Norte por un lado, el funambulismo de Donald Trump por el otro: ¿estamos ahora al borde de una guerra nuclear? La situación es en realidad mucho más compleja de lo que podrían sugerir los titulares de los periódicos. Durante décadas, Pyongyang ha estado jugando el papel de intimidación y manteniendo una postura defensiva sobre las armas nucleares. Sin embargo, sus intenciones no han cambiado: las autoridades nunca han dejado de seguir el programa lanzado en 1962. Sin embargo, Estados Unidos está perdiendo influencia en el este de Asia: debilitado, debe luchar para seguir protegiendo a Corea del Sur y Japón de la agresión norcoreana. Este desarrollo beneficia a China, cuya paciencia y calma contrastan con los repentinos exabruptos de sus vecinos, y le permiten fortalecer su posición en la escena internacional. El Reino Medio, sin embargo, lucha por moderar la agresión del nuevo presidente estadounidense, quien parece dispuesto a hacer cualquier cosa para impresionar al resto del mundo.