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Todas las mañanas, el Erizo se despierta con una sensación de satisfacción por el trabajo realizado durante la noche. El erizo sale al porche, sostiene un batidor de abedul en sus patas y, subiendo a la loma, mira en la dirección donde vive el cachorro de oso. Desafortunadamente, la casa del amigo está muy lejos, por lo que no se los ve a menudo, pero siempre saben quién hace qué, porque el tacto fino de sus narices capta los más mínimos olores. Esta mañana el Erizo decidió reemplazar su viejo bigote por uno nuevo. El cachorro de oso, que olía el olor de las ramitas de abedul quemadas, quería seguir el ritmo de su amigo y también quemó su escoba de abeto, y luego fue al bosque a buscar una nueva.