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En el curso de sus renovaciones, el museo colonial de Bélgica -o mejor: museo del colonialismo- deja de existir. Uno de los pináculos de esta transformación es cuando el personal del museo destruye los mismos dioramas que solían proteger durante décadas. La destrucción violenta forma una alegoría de las relaciones museológicas y ecológicas. No solo se derriban los dioramas, sino también una cosmovisión colonial. Lo que queda son los animales muertos mirándote en medio del ecocidio.