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En 1996, Marcello Mastroianni habla de la vida como actor. Es una memoria anecdótica y filosófica, que pasa de un tema a otro, plenamente consciente de que un hombre "de cierta edad" mira hacia atrás. Cuenta historias sobre la dirección de Fellini y De Sica, de usar la ironía en las representaciones, de trabajar constantemente (un actor intenta encontrarse a sí mismo en los personajes). Es tímido con los premios, celebra Roma y París, saluda a Nápoles ya su gente. Responde a la pregunta, por qué hacer malas películas; recuerda a su padre y abuelo, carpinteros, a su madre, sorda en su vejez, ya su hermano, montador de cine; es modesto acerca de su apariencia. En reposo, el rápido paso del tiempo mantiene la mirada interna de Mastroianni.