Madame X (1916)

Solo un año después de su matrimonio con Floriet, Jacqueline siente las primeras punzadas de arrepentimiento.Son muy felices con su hijo Raymond, pero ella quiere la atención, el amor y las caricias que Floriet no puede darle por el tiempo y la atención que le dedica a sus libros de derecho, por su bien.Anhelando el amor que su marido está demasiado ocupado para brindarle, conoce clandestinamente a Eugene, un antiguo amante, y Floriet lo ve todo.Haciendo caso omiso de sus súplicas, Floriet la despide.Muy poco tiempo después, Eugene sufre un accidente y la pobre Jacqueline se queda sola.Ella regresa a la casa de Floriet para ver al pequeño Raymond y nuevamente Floriet la ahuyenta.Incapaz de conseguir trabajo y desesperada por la falta de alimentos, acompaña a Manuel García, un cubano de mala reputación, a La Habana.Los novios abundan y García pronto se cansa de Jacqueline.En lo más profundo de la degradación, está a punto de terminar con todo, cuando conoce a Laroque, un corredor de Perrisard y Merrival, abogados timadores en Burdeos.Con él regresa a Francia.En Burdeos, en el Hotel de las Tres Coronas, ella le cuenta su pasado, omitiendo dar el nombre de su marido.Cuando los abogados llegan al hotel para hacer negocios con su empleado, él les habla de Jacqueline, de su antigua posición social en París y, lo que es más importante, de la dote que su marido no le devolvió.Los preparativos de Laroque para ir a París a buscar a su marido la enloquecen con la idea de que su hijo sabrá de su degradación y lo matará.Raymond Floriet, su hijo, ahora abogado, es designado para defender a Jacqueline, quien, debido a su negativa a revelar su identidad, es conocida por la policía como Madame X.Ante su padre como juez, Raymond defiende a Madame X, su propia madre.Gracias a las elocuentes súplicas de su hijo, Jacqueline es absuelta.Luego, en una escena trágica, el viejo Floriet extiende los brazos, una luz de perdón en los ojos, pero demasiado tarde para que ella lo vea.Ya no ve, ni oye, ni quiere, "aquí abajo."