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Como en la fábula clásica, el saltamontes toca su violín y vive el momento, mientras que las laboriosas hormigas se llevan enormes cantidades de comida para el invierno. Con su canción, es capaz de convencer al menos a una pequeña hormiga hasta que llega la reina y lo asusta para que vuelva al trabajo. La reina advierte al saltamontes de los problemas que tendrá en el próximo invierno. Llega el invierno, y el saltamontes, al borde de la inanición, tropieza con las hormigas, que se dan un festín en su pequeño y acogedor arbolito. Lo acogieron y lo calentaron. La reina le dice que solo los que trabajan pueden comer, por lo que debe jugar para ellos.