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Una habitación, una cama, un hombre cansado. El dedo en el gatillo. El arma en su sien. El percutor se estrella contra el vacío. Aparentemente, aún no ha llegado su momento. Sin embargo, Ian ya no quiere vivir. Este viejo payaso ruso, perdido en un hotel destartalado, pensó que había llegado al final de su camino. Un disparo resuena en el pasillo. Un hombre entra corriendo a la habitación de Ian y se derrumba, muerto, en su cama. Un momento después, sus perseguidores irrumpieron en la habitación. El viejo payaso voltea su revólver para defenderse. Un reflejo de supervivencia, pero también el punto de partida de una larga persecución. Ian quería morir, pero el peligro parecía darle la fuerza para defenderse. Y entonces ahora no está solo. También deberá salvar el pellejo de Lucas, un joven sacerdote que lo acogió tras encontrarlo herido en la calle. Pronto la trampa se cierra sobre los dos fugitivos. Pero la sonrisa del payaso no siempre es inocente.