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Desde el momento del nacimiento, el hombre está cronometrado. Para los israelíes, el tiempo corre a doble velocidad, perseguido por un pasado glorioso, un futuro incierto y un presente dudoso. Ya es hora de un país en el que el tiempo de Oriente Medio coexiste con el tiempo de Occidente, donde el tiempo religioso se codea con el tiempo secular. Un país en el que el tictac de la incertidumbre amenaza a los adultos y desafía a los jóvenes. Sin embargo, en esta tierra de gran diversidad, todos, sin excepción, marchan al ritmo del tiempo, desde el día en que nacen hasta el día en que mueren.