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Un joven y una amiga se dirigen en coche a un manicomio cuyos supervisores la mujer conoce. La rareza se hace evidente incluso antes de llegar al lugar, en forma de un maníaco despotricante subido a un árbol. Se encuentran más locos vagando libremente por los terrenos del manicomio, siendo participantes de un nuevo sistema aparentemente revolucionario instituido por el director del manicomio. Pero el director parece tan loco a su manera como los pacientes, y resulta que hay una buena razón para ello: es uno de los pacientes, habiendo tomado el control del manicomio y encerrado a sus supervisores.