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El actor Holger Miesbach ya no puede ejercer esta ni ninguna otra profesión por razones psicológicas y a pesar del tratamiento psiquiátrico en curso. Mientras su madre le ofrece sexo telefónico, en el que ella se hace pasar por menor y siempre se olvida de cobrar, él se dedica a la pintura, pero sobre todo a la alegría que tenía de coleccionar autógrafos desde niño. Cuando la actriz Gloria Mundi, que de adolescente celebró el éxito con escenas reveladoras pero mató a su madre y a su amante en Hollywood en 1961, regresa a Berlín, la debilidad de Holger por la estrella desgastada se convierte en obsesión.