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Sandra Williams vive en una casa aislada con sus hijos Sarah y David. Su marido Frank, un oficial del ejército, está lejos de la casa en la zona de guerra. Sandra escribe una carta a una agencia de empleo para que reemplacen a sus sirvientes desaparecidos. Martha Pinto, María y Edgar llegan a trabajar a la casa. La casa tiene ciertas reglas: Sandra cortó la electricidad para vivir en la oscuridad porque sus hijos son alérgicos a la luz del sol. Los sirvientes no pueden quitar las cortinas de la casa y todo el trabajo debe realizarse durante el día. De repente, Sarah siente la presencia de un extraño en la casa: un niño de su edad al que llama Vicky. Nadie le cree, pero siguen sucediendo cosas extrañas en la casa y Sandra decide buscar la ayuda de un sacerdote. En su camino para encontrarse con el sacerdote, de repente se encuentra con Frank y lo lleva a casa. Ella y los niños están encantados, pero Frank parece estar en un mundo perdido. Mientras tanto Martha, María y Edgar comparten un secreto y esperan el momento adecuado para compartirlo con Sandra.