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Después de 28 años de construir y administrar una vasta planta de Siemens en Nanking, el nuevo régimen nazi le ordena a John Rabe que la cierre. Antes de que pueda empacar, el ejército japonés, liderado extraoficialmente por un tío imperial sediento de sangre, asedia la ciudad. Rabe acepta, como representante prominente del principal aliado europeo de Japón, encabezar el plan de la sociedad de expatriados occidentales para iniciar y dirigir una zona internacional, como lo hizo en Shangai. Sin embargo, Rabe quiere que salve a sus trabajadores y sus allegados, más de 200,000, y sacrifica todos sus intereses personales.