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En su pueblo, todos creen que Zein es un tonto, un imbécil, un bufón amable. Por eso, sus carcajadas y sus declaraciones públicas de amor hacia las doncellas del pueblo sólo provocan risas en lugar de ira, palizas o algo peor. Sin embargo, Haneen, un santo musulmán errante, percibe algo más en este personaje ridículo: una piedad genuina y un resplandor interior, marcado por una poderosa inteligencia espiritual. Otra persona ve en Zein más de lo que la mayoría ve: la joven hermosa, piadosa y tranquila del pueblo.