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Al principio: gris pálido,objetivo borroso.Es un anuncio.¿De una guerra?No.Mas complejo.De una división.Entre ayer y hoy.En otras palabras,tan transparente como una ventana,entre el hoy y él mismo.Porque en el día de hoy,siempre hay algo de ayer que persiste en el presente.Olivier Derousseau se mantiene firme.Sus películas anteriores lo demuestran: Bruit de fond,un lugar en la tierra y Dreyer para la memoria,ejercicio documental (selecciones FID en respectivamente,2001 y 2005);sus títulos dicen mucho.Era cuestión de ceder por completo a una rabia contenida ya una ira justiciera;había que dar palabras a los silenciosos.Era cuestión de mantener la cabeza en alto.Sigue siendo el caso: la continuidad.Pero hoy,Derousseau lo va a buscar ayer en otro gran taciturno.Su tema es un parlanchín en sus libros,un socio orgulloso de las personas autistas,un cartógrafo de pasos perdidos,y un cineasta diletante (su extremadamente conmovedor Le Moindre Geste): Fernand Deligny.Él y algunos otros (Georges Binetruy del grupo Medvedkine,Jacques Rancière) son proveedores de palabras e imágenes del pasado.oD.confía los del presente a un escaneado: "Ves/había tantas cosas que decir/que empezamos/a callar.La primera frase pronunciada es un programa paradójico,un proyecto de suspenso,una solicitud para revelar,y una alegría doble.Que sus "actores" son discapacitados (como ya en su Dreyer) o contratados durante mucho tiempo para un cuadro,que se pronuncian escrupulosamente -con todo el respeto de quien sabe que la comprensión es un paraíso perdido-,y que se mueven con tanta cautela que aumentan el espacio de sus pasos,no cambia nadaAunque está en el centro del foco,la orilla queda lejos,o simplemente a un lado.