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En las semanas posteriores al huracán Katrina, la pequeña ciudad de LaPlace se vio invadida por miles de residentes desplazados de Nueva Orleans. Su escuela secundaria ya a punto de reventar, East St. John, recibió a más de 450 nuevos estudiantes. Veinte de ellos eran jugadores de fútbol. Para hacerlos sentir más bienvenidos, el entrenador declaró que todas las posiciones estaban abiertas (incluso las ayudas de los estudiantes de último año de ESJ). Para algunos, eso significó la oportunidad de practicar el deporte por el que vivían, pero para otros, puso en peligro sus posibilidades de obtener una beca (para muchos, su única oportunidad de obtener una educación universitaria). Pero en lugar de pelear o amargarse, estos jóvenes se unieron frente a la tragedia para crear un equipo.