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Según los budistas, los fantasmas hambrientos son los muertos que no pueden despedirse de los vivos. Son una metáfora del hambre espiritual que a menudo tratamos de satisfacer persiguiendo lo superficial y material. Este debut como director de Michael Imperioli está lleno de fantasmas hambrientos. Un grupo de neoyorquinos, de diferentes edades, razas y orígenes, con hambre de realización emocional, sensual y espiritual. Sus caminos que se cruzan y chocan reflejan el espíritu de nuestra época, en el que la desesperación de Occidente choca contra las enseñanzas religiosas de Oriente.