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Johannesburgo. Una joven maestra saluda a su clase. Los alumnos miran. Su rostro está salpicado de moretones. Mientras tanto, Themba soporta otro día como guardia de seguridad, estacionado en una cuadra en los elegantes suburbios del norte, una bobina de energía desperdiciada. Al igual que las gárgolas que lo enfrentan al otro lado de la calle, es simplemente un disuasivo simbólico. Durante el día, desempeña el papel de protector; por la noche, él es la amenaza. Themba depende del crimen para complementar sus escasos ingresos. Roba para darle a su hermano menor la vida que él mismo nunca podría tener. Sus transgresiones le permiten brindar las oportunidades que el niño necesita para tener éxito en la nueva Sudáfrica. Pero el crimen afecta a todos, y su "sacrificio" conduce a un descubrimiento devastador.