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Las imágenes y los recuerdos aún son familiares para los de cierta edad: niños con aparatos ortopédicos o pulmones de hierro; el miedo aterrador que se apoderó de Estados Unidos cada verano, el miedo de que, de la nada, un niño aparentemente sano contrajera polio y quedara lisiado o muerto. Un miedo tan grande que se prohibió a los niños jugar en piscinas, parques infantiles y salas de cine. Y, entonces, ocurrió un milagro médico, y con él, se hizo una superestrella médica, el Dr. Jonas Salk, cuyo nombre se convirtió en sinónimo de una vacuna que inicialmente pidió que no llevara su nombre. Menos conocidos son los acontecimientos que tuvieron lugar entre 1949 y 1955, un período de seis años que cambió para siempre a la comunidad médica y al país; cómo un amado presidente afectado por la polio inspiró a una nación a enviar sus monedas de diez centavos al lugar improbable de la Universidad de Pittsburgh, y cómo allí, toda una comunidad se unió para vencer la enfermedad más temida del siglo XX.