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Una mirada humorística a un hombre que anhela ser perdonado por actuar sobre sus deseos aparentemente naturales y, se atreven a decir, dados por Dios. Pero ahí está la pregunta. ¿Es nuestro sexo innato impulsar el mal o simplemente la forma en que Dios nos hizo? ¿Deberíamos avergonzarnos de nosotros mismos si complacemos nuestros deseos sexuales o la doctrina de la iglesia es responsable de siglos de represión sexual y de la conducta desviada que naturalmente debe seguir?