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Aidan está en casa después de la escuela. Aidan no puede ver la televisión. Se resigna al sofá, preparado para otro día aburrido, hasta que alguien llama a la puerta... Dicen que la televisión envenena la mente. Pero sin él, lo único que nos queda es nuestra imaginación. A medida que los acontecimientos suceden desde el punto de vista de Aidan, nos deja preguntándonos: ¿qué es más venenoso? ¿El mundo en pantalla o el que existe fuera de la caja?
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