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Los aldeanos de Finkenwald están en la más absoluta miseria ya que el sombrío rey exige impuestos en oro que nadie puede pagar, por lo que todos los tejedores hábiles están al servicio de la sangría, solo quedan los niños y los ancianos. La última esperanza de un abuelo es enviar a un niño con sus últimas monedas de plata para rogar al rey que libere a los padres como misericordia. La nieta Mina se ofrece como voluntaria y resuelve problemas para varias personas en el camino, ya que su compasión y generosidad siguen siendo recompensadas inesperadamente: libera a un perro que habla, convence a un padre afligido de deshacer el bloqueo del único arroyo de una aldea, ayuda al barquero a resolver el problema. falta de éxito en la pesca. Solo que el rey no está impresionado, sin embargo, después de que ella gana el apoyo de la reina, le otorga una única oportunidad de redimir a sus padres, en lo que falla. Un milagro nocturno cambia su suerte y la de Finkenwald.